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Te amo como nunca antes pero como siempre

Playlist de la historia

Capítulo 1 

—Trunks POV—

Con esos monstruos, esos desalmados androides eliminados, por fin había algo de paz en esa desolada y destruida tierra a la que llamaba hogar. O más bien, un sepulcral silencio. 

El objeto de mi más grande admiración y elogio, mi maestro Gohan, solía contarme historias frente al fuego sobre cuando las cosas no eran así. Ni las llamas a las que acercábamos nuestras desgastadas manos lograban reproducir la calidez del mundo que él describía. Un mundo que dejó de existir sin motivo, por el capricho de unas máquinas que no sentían nada más que aburrimiento.

Él contaba, con su siempre tranquila voz, que quedó grabada en el interior de mi cráneo, que solía escucharse el canto de los pájaros, el murmullo de la gente al pasar, los vehículos sobre caminos que ya habían sido eliminados… Él decía que nosotros debíamos traer todo ese sonido, toda esa vida de vuelta a la existencia. 

Entre todos esos sonidos, él único que yo había conocido era el de su voz, el cuál era como el sol alrededor del cuál giraba mi sistema solar. Cada vez que sentía miedo, era aplastado por la gravedad hasta llegar a Gohan. El fuego no replicaba la calidez del mundo que mis sentidos nunca conocieron, pero, quizás, su sonrisa sí. 

Entonces… su corazón dejó de latir. Mis ojos producieron un líquido transparente al ser estimulados por mi planeta perdiendo su órbita, y terminando en el rango de la explosión de una supernova que lo convirtió en polvo. Flotaba en lo negro del espacio, sin rumbo ni luz.

Pero llegó el momento en el que mi madre terminó la máquina del tiempo. Me volví más fuerte al viajar al pasado, y en mis manos apareció la posibilidad de cambiar mi presente. 

Convertí a los androides en polvo. Cumplí la misión. Pero no es cierto, no la cumplí, no aún. 

No debía perder más tiempo. 

Mi madre y yo tardamos unos cincuenta y un días en construir una nave para viajar al nuevo planeta Namek. Mi corazón latió el doble de veces por segundo de lo normal mientras abrazaba a mi madre como despedida. 

Subí a la nave solo, pero si todo salía como lo esperado, al volver, los guerreros Z y las víctimas de los androides estarían de vuelta, revividos con las esferas namekianas. 

El viaje fue de unas dos semanas, cinco días y veintisiete minutos. Pasé mucho de ese tiempo manteniendo mi cerebro ocupado con la logística. Dónde irían todas las personas revividas, de que se alimentarían, cómo llevarían el hecho de haber estado muertos. Según lo planeado, tras revivir a Piccoro, usaríamos las esferas de la Tierra para arreglar las necesidades básicas de los “nuevos terrícolas”. 

El resto del tiempo, aunque quisiera evitarlo, lo pasé plagado por pensamientos de Gohan. ¿Estaría él orgulloso de mí? ¿Qué pensaría del guerrero en el que me convertí? ¿Su sonrisa y sus ojos serían tan satisfactorios a la vista como siempre? ¿Su cabello seguiría siendo de aspecto tan ilógicamente suave?

La idea de que Gohan pudiese volver a estar conmigo me ponía los pelos de punta. 

Finalmente, llegó el día en el que aterricé en Nuevo Namek. El nuevo planeta de los namekianos, a pesar de ser otro, se veía bastante parecido a como mi madre había descrito el lugar original. Un cielo verde y brillante, mucho verde, también, en el suelo, árboles altos con copas redondas y montañas y colinas, agua reluciente… Al bajar, me tomé un segundo para apreciar el paisaje, cerré los ojos y tomé un respiro ante la brisa. Sentí como el polen de unas flores cercanas entraba a mi nariz, y naturalmente, estornudé. Posteriormente, abrí los ojos, sintiéndome… diferente. Como si estuviera consciente de cada parte de mi cuerpo al mismo tiempo. 

Pero debía apurarme, era hora de encontrar al gran patriarca namekiano. 

Hallar su torre no fue nada difícil. Unos namekianos que resguardaban el lugar me vieron con mala cara, no los culpaba, tuvieron horribles experiencias con forasteros como yo en el pasado. Yo hice una reverencia y dije que venía en son de paz para pedir permiso para utilizar las esferas del dragón. Un guardia le murmuró algo al otro sobre no haber detectado energía maligna, y me dejaron entrar a la sala en la que se encontraba el gran patriarca.

Mientras entraba, el que sujetaba la puerta me miró con una mezcla de lástima y curiosidad.

—¿Doku no shikaza? Nazu nippon juu koru ka —le dijo al otro.

—Ura kasha zeta. Ika gila budda oshi, je…

¿Qué estaban balbuceando? En fin, me tambaleé al acercarme al trono en el que estaba sentado, aún sintiéndome extraño. 

—Hmm… saludos, veo que eres… ¿Un terrícola? —me preguntó el gran patriarca.

—Saludos, así es, señor, aunque soy mitad Saiyajin.

—Ah, por eso te ves tan afectado. La flora de Namek suele tener un efecto negativo en los provenientes de la Tierra.

—¿Efectos negativos? —pregunté.

—Así es —mientras el patriarca pronunciaba esa simple respuesta, un namekiano entró desde uno de los arcos de atrás, con una pequeña y delicada maceta blanca con las flores más hermosas que había visto.

Tuve que tomarme un instante para apreciarlas, sus pétalos triangulares, transparentes, y brillantes. Aquel gentil namekiano me puso esa maceta de cristal en las manos, y de repente, toda la ansiedad que no sabía que tenía guardada salió de mi garganta en un respiro. Me sentí inquieto entonces, no quería preguntar si se trataba de alguna especie de anestesia.

Entonces, el namekiano me sonrió, como leyéndome la mente, y me explicó.

—No es anestesia. Es solo que las flores, como dijo nuestro gran patriarca, tienen un gran efecto sobre el ki emocional de los terrícolas. Pero esta flor, la Raunuka, suele estabilizarlo cuando se la tiene cerca. 

Me quedé en silencio. ¿Ki emocional? ¿De qué me estaban hablando?

—Eh… Muchas gracias. Señor gran patriarca, vengo aquí a pedir usar las esferas de este planeta para reconstruir el mío, destruido cuando yo era tan solo un niño —expliqué—, No pienso robarlas como los que vinieron antes que yo, es solo que al no haber ya esferas en mi planeta, no me queda más opción que venir aquí.

Después de haber dicho las palabras que tanto practiqué, el patriarca asintió atentamente, y decidió prestarme las esferas del dragón namekianas para que pueda reconstruir la Tierra. El cielo se oscureció como si de un eclipse espontáneo se tratase, y con la ayuda del namekiano que me obsequió esas flores, el dragón fue invocado. Fueron dos deseos: Revivir a todos los asesinados por los androides, y llevarlos a todos de vuelta a la Tierra. 

Capítulo 2

—Trunks POV—

En el viaje de vuelta a la Tierra me sentí aún más abrumado por el nerviosismo que antes. No obstante, al haberme llevado esa bella flor namekiana conmigo, la Raunuka, el solo mirarla me tranquilizaba. 

Al tocar sus pétalos cuidadosamente con los dedos, todo tipo de buenos recuerdos vinieron a mi cabeza. Ese momento de alivio al derrotar a los androides… Ese momento en el que mi madre y yo construimos la nave en la que me encontraba, algo que no teníamos posibilidad alguna de hacer antes… Los momentos felices eran, desgraciadamente, escasos en mi existencia, pero sabía que al regresar a un mundo rebosante de vida, éstos se multiplicarían.

Pronto pude establecer contacto con mi planeta de origen a través del comunicador en el puente de mando de la nave. Esbocé una sonrisa al ver a mi madre del otro lado de la pantalla, con los ojos más brillantes que nunca por la alegría.

—Hola, hijo. ¡Lo lograste, Trunks! Todos están aquí, por fin. Estoy tan orgullosa de ti. 

—¿En serio, mamá? Todos… ¿Todos están ahí? ¿En serio?

—Sí, cariño. Por fin este calvario se terminó…

Mí madre, entonces, movió su comunicador hacia el otro lado de la habitación en la que se encontraba (la sala de estar de la casa), e inmediatamente, mi corazón se detuvo. 

Mi padre, Vegeta… Piccolo… Ten Shin Han… Yamcha… Krillin… y mi maestro, Gohan.

—Sabía que lo lograrías —dijo Gohan, sin la tristeza usual de su sonrisa.

Se veía igual a como yo lo recordaba. Quizá aún más brillante que antes. Escuché cada una de sus palabras atentamente, como si su voz fuese agua en el medio de un desierto.

No pude evitar que mis ojos se humedeciesen, y mientras me llevaba la mano a mis labios sonrientes, mi pecho tembló con sollozos de alivio. Todo el miedo, incertidumbre e impotencia que sentí durante cada segundo de mi vida se deslizó por mi rostro como lágrimas, cayendo a las baldosas blancas del suelo.

—Siempre quise poder verlos a ustedes, y al mundo, de vuelta —dije—. Y te extrañé cada día, Gohan… Estoy tan feliz…

Mi madre me miró con una sonrisa, sus ojos estaban enrojecidos.

—Nosotros también. Por fin, todo está bien. Gracias a ti.

—Cuando vuelvas, Trunks, haremos una gran fiesta —dijo Gohan—. Ya hemos restaurado las Esferas del Dragón de la Tierra y las usamos para reconstruirla… Así que podremos comer todo lo que un Saiyajin necesita, ¿verdad, señor Vegeta?

Mi padre resopló.

—No he comido en décadas; mi apetito es el doble que el de un Saiyajin.

Todos se rieron nerviosamente, y entre mi llanto, el cuál ya se estaba atenuando, solté una risa temblorosa.

—Ay, Vegeta, más te vale que dejes comida suficiente para todos, o te enviaré de vuelta al otro mundo —dijo mi madre.

Los ojos de mi padre se abrieron y él se encogió, alarmado. Como intentando esconder su reacción previa, él se cruzó de brazos.

—Hmph, está bien, pero solo porque me lo pides tú.

Durante las dos semanas del viaje de vuelta a mi planeta de origen, pasé mi tiempo entrenando mis movimientos, y también mi fortaleza mental. 

Mientras estaba sentado con mis rodillas tocando el suelo, con mis manos reposando sobre ellas y mi espalda recta, abrí los ojos y miré hacia la gran escotilla de la nave, a través de la cual podía ver lo negro del espacio. Las estrellas, a través de la distancia, brillaban con fuerza, y podía sentir como me conectaba con el universo.

Al estar conectado con mi mente y mis emociones, recordé aquello que los namekianos me habían dicho del “ki emocional”. Me pregunté, una vez más, a qué se estaban refiriendo con aquello.

Entonces, de repente, mis costillas se movieron con una tos. Llevé mi mano a mi boca y mis hombros se estremecieron; la tos no se detuvo tras varios segundos y sentía como si la parte de atrás de mi garganta estuviera siendo raspada.

Inhalé con fuerza, tras una tos ruidosa pude volver a respirar. 

Al bajar mi mano, sentí como algo rozaba mi palma. Abrí mi mano… y allí, sostenía un pequeño pétalo transparente. Su brillo, como si de purpurina se tratase, se había esparcido por toda mi mano.

El que tenía era idéntico al de mi flor Raunuka, pero, ¿en qué momento le había arrancado un pétalo?

Con confusión, miré a la maceta con la flor, la cuál se encontraba cerca de los botones de la puerta de mando, en el posavasos, sus pétalos parecían estar intactos. 

La confusión se desvaneció cuando la observé; seguía teniendo ese gran efecto sobre mis emociones. Rápidamente volví a mi posición para meditar, seguramente se le había caído un pétalo mientras la regaba, y solamente me percaté en ese momento.

Finalmente, regresé a la Tierra tras lo que percibí como una eternidad. Aterricé en la ‘x’ de la Corporación Cápsula, estuve sorprendido para bien al ver qué había sido reconstruida.

La puerta de la nave, que también era la rampa de desembarque, se abrió, y bajé por ella. 

Todos estaban esperándome desde la entrada de la corporación. Mi madre, que sostenía una botella de vino tinto, la destapó con emoción. 

—¡Bienvenido, Trunks! —exclamó fuertemente mientras los demás aplaudían y gritaban.

Pero entonces, una ola de espuma burbujeante brotó de la punta de la botella. Como si de un ataque se tratase, los guerreros se apartaron rápidamente para no ser alcanzados por la espuma, que empezó a perder fuerza y en su lugar empezó a caer en la ropa de mi madre. Corrí a ayudarla y tomé la botella, lo que solo resultó en que mi ropa se llenase de rojo oscuro también. 

Eventualmente, la espuma se terminó, y yo me quedé quieto por unos segundos, examinando mi ropa manchada. El silencio se extendió en el aire, con todos mirándome con los ojos muy abiertos. 

Yamcha fue el primero al que se le escapó una risa, y luego todos los presentes se unieron, con la alegría esparciéndose por el lugar como la espuma. 

Mi madre, mientras tanto, se encontraba examinando su vestido blanco, el cuál ahora tenía una mancha roja imposible de esconder. Estaba frunciendo las cejas con tanta fuerza que se le podría haber explotado una vena de la frente, pero no podía evitar sonreír también, al compartir unas risas con todos tras tanto sufrimiento.

—¿De dónde sacaste este vino, Yamcha? —dijo mientras se daba la vuelta para entrar al salón, deslizando la puerta de cristal.

—No es culpa mía, lo abriste mal.

Entonces, entramos al salón, decorado con globos, luces de cadena y banderines de colores. Había un gran cartel de neón que decía: ‘¡Bienvenida de vuelta, Tierra!’

Me encogí, perplejo, al ver que el salón estaba lleno de personas que no conocía. Lleno de personas que antes no estaban vivas.

—M-mamá, ¿a cuántas personas invitaste? ¿De dónde salió toda esta gente?

Mi madre ya había cambiado su vestido blanco por un traje azul, y con una bebida en la mano, me respondió: —A toda la ciudad, hijo, esto debe ser festejado por todo el mundo.

—Ah… eh… bueno.

Me incliné sobre una pared y observé la fiesta por un rato. Podía escuchar el murmullo de las personas hablando. Riendo. Algunos estaban bailando con la música de fondo. La música. Estaba escuchando música en ese momento.

Mi garganta se estrujó, y mis ojos brillaron. La humanidad realmente estaba de vuelta…

Entonces, una mano en mi hombro me sacó de mis pensamientos. Levanté la mirada para ver quién me llamaba, era Gohan.

—¿Qué haces? ¿No vas a bailar?

Sonreí, algo avergonzado.

—No sé, no, nunca he bailado.

Gohan me mostró una sonrisa de oreja a oreja y mis mejillas se calentaron.

—No es tan distinto a entrenar —Gohan extendió su mano hacia mí—. ¿Bailamos juntos?

—Claro —respondí con una sonrisa, tomando su mano.

Mientras caminábamos hacia la pista de baile, miré fijamente a nuestras manos entrelazadas. Las suyas siempre habían sido más grandes, pero ahora, no era mucha la diferencia. Me di cuenta, en ese momento, de cuánto había querido tomar su mano todo este tiempo. 

En cuánto me acostumbré a aquella calidez, llegamos a la pista y él soltó mi mano para ponerse en posición para bailar.

—¿Listo? Tú sígueme —dijo, divertido.

—De acuerdo, maestro —respondí a modo de broma.

Saltamos y reímos, y nuestros pies golpearon el suelo al compás de la música. Por unos momentos, el resto del mundo desapareció, y solo éramos yo y Gohan… pero no de un modo desolador como antes. Éramos solo yo y Gohan, y el mundo era brillante y seguro, y solo en ese momento, me sentí vivo al sentir las palpitaciones de mi corazón en mi pecho.

Me encontré absorto viendo la sonrisa de Gohan mientras bailaba conmigo, tan absorto que me tropecé con mi propio pie, y estuve a punto de caer al suelo… Antes de que él me atrapara por los hombros antes de estrellarme.

Por un instante, él me sostuvo, dijo algo sobre que bailaba bastante bien para mi primera vez, pero lo único en lo que yo me concentré fue en lo cerca que estábamos en ese momento.

La sangre corrió por mi rostro haciendo que se enrojezca, y di un paso hacia atrás. ¿Qué era lo que estaba sintiendo?

Gohan, también, se quedó quieto por un momento, había desviado la mirada y se rascaba la nariz, aún sonriendo.

—Es cierto que no es tan distinto a entrenar —dije para romper el silencio—, solo es mucho más vergonzoso.

Gohan rió.

—No te preocupes, nadie es un experto en el baile aquí —entonces, se quedó en silencio, pero por como me miraba, parecía estar pensando en decirme algo, así que esperé—. Estoy tan feliz de poder compartir esto contigo. 

—Yo también.

Un rato después, la música terminó, y Gohan y yo nos sentamos en una mesa tras pedir algo de comida en el buffet: generosas porciones de arroz, tacos de pescado, brochetas de pollo y verduras, entre muchas cosas más. Los platos se apilaban en la mesa mientras pedíamos más cosas; el menú era gratis para todos por este día.

Después de tres rondas, suspiramos con felicidad, al haber saciado el hambre.

—Ay, ¿hace cuánto no comía tanta comida deliciosa? —dijo Gohan.

—¡Lo mismo digo! Ya no tendré que comer comida de perro —respondí mientras tomaba algo de agua.

—Oh, no sabía que las cosas se habían puesto tan mal —dijo con algo de preocupación, y luego se inclinó hacia mí con los codos en la mesa—. Oye, Trunks. Antes de que llegases, estuvimos recorriendo la Corporación Cápsula.

—Ah, ¿y que vieron?

—No sé si lo sabes aún, pero tienes una sala de cine personal en tu casa —dijo con emoción—. Nunca hemos podido ver películas. Yo solo te contaba las que recordaba cuando teníamos algún momento de tranquilidad, recuerdas?

Levanté las cejas, sorprendido. Al haber estado en la fiesta, no había tenido tiempo para ver la renovación del edificio.

—Sí, eras bastante bueno contándolas.

—Y ahora podemos ver películas reales. ¡Debes invitarme!

Le sonreí ampliamente.

—¡Claro que sí! ¿Quieres venir mañana, a ver una de las películas que me contaste?

—Sería genial.

—Perfecto —murmuré—. Te mereces una noche de películas.

—Tú te la mereces, señor héroe salvador —me corrigió, apuntando al cartel que había visto al entrar al salón hace horas.

No pude evitar sonrojarme una vez más, y volví a toser, ¿suponía que por toda la presión de estos últimos días?

—Me dices héroe salvador, pero nunca podría haber llegado tan lejos sin ti. El poder traer a todos de vuelta algún día… Y el poder volver a verte a ti algún día, fue lo que me sacó adelante. Así que, eh… gracias.

—Tú me diste fuerzas también. No llegué hasta el fin como tú, pero…

—…Eso no importa. Estás aquí ahora. 

Gohan volvió a sonreír, esta vez con algo de sincera melancolía.

Gohan puso su brazo alrededor de mí, abrazándome.

Ni la flor Raunuka podría haberme hecho sentir tanta paz. En ese momento supe que este era el comienzo de una nueva vida, sin tanta desesperación. Una hermosa vida.

Capítulo 3

—Trunks POV—

Tras unos momentos, dejamos de abrazarnos. No podía evitar que una sonrisa siguiera en mis labios al pensar en que, al día siguiente, veríamos una película. Gohan parecía también estar pensando en eso, ya que miraba hacia un lugar de la mesa mientras jugaba con un mechón de pelo en su frente, sin mediar palabra.

Era tonto, pero yo estaba realmente aliviado de que pueda hacer eso otra vez.

—Ya se me ocurrió una película que podríamos ver —dijo, mirándome—. ¿Recuerdas la del chico que viaja en el tiempo y…?

—…¿En serio? 

—Ah… ¿Es muy pronto? —Rió—. Se me ocurre otra, pero no sé si te gustan las románticas. A ver, a ver…

—Mm. Podríamos ver Titanic. Siempre quise saber por qué a todos les gusta tanto.

—Es cierto. Aunque a decir verdad no sé cómo haremos para que funcione el cine. 

—Debemos preguntarle a Bulma cómo debemos proyectar la película.

—…Pero primero debemos decidir qué película veremos.

Tras unos minutos de planear lo de mañana, Gohan cambió de tema.

—Por cierto, Trunks… es hora de que conozcas a mi maestro, ¿no crees?

—¿Te refieres a Piccoro, verdad?

—Mm-hmm. Estoy seguro de que estará orgulloso. Yo te enseñé a pelear basándome en lo que me enseñó él, después de todo —Gohan dijo con una sonrisa algo presumida que no era muy común en él.

Buscamos a Piccoro en la fiesta, sin embargo, no se encontraba por ninguna parte. Eso no nos sorprendió demasiado, ya que Piccoro no parecía el tipo de persona que disfrutaría de una fiesta. Al buscar su ki, casi imperceptible al estar en paz, me di cuenta de que él estaba, probablemente, en alguna parte del patio.

—Hm, parece que está afuera —le dije a Gohan—, vamos.

Efectivamente, cuando salimos, Piccoro estaba meditando en el aire, observando las luces de la fiesta desde arriba. Gohan levantó la mano.

—¡Señor Piccoro!

Piccoro abrió los ojos al oír la voz de Gohan y bajó la mirada. Pronto, descendió al suelo, con los brazos cruzados. Luego, sonrió, mostrando sus colmillos, aunque de una forma tan feliz que estos no daban miedo en lo absoluto.

—Hola, Gohan. Y hola a ti, que debes ser… —Me miró por un momento—. El hijo de Vegeta, ¿verdad?

Asentí e hice una reverencia, con mi cabello cayendo.

—Así es, señor, es un gusto conocerlo.

Piccoro se rió en voz baja.

—Ah, pero qué educado que eres… Nada que ver a tu padre. 

Sonreí nerviosamente mientras me enderezaba.

—Gracias…

Era cierto que mi padre tenía un mal carácter, pero tras haberlo conocido en el pasado, tenía la esperanza de poder llevarme bien con él.

—Oye, es cierto —dijo Gohan—. Ah, ¿Y no tiene otra cosa para decir, señor Piccoro?

—Así es… Escuché que salvaste nuestro mundo, niño. Viajaste al pasado para volverte más fuerte y derrotar a los androides de aquí, y tú y tu madre incluso encontraron el nuevo planeta Namek. ¿Cómo está todo ahí, por cierto?

—Se podría decir eso, me alegra mucho que todos ustedes estén aquí de vuelta, señor. Y en Namek todo está bien, pudieron reconstruir su sociedad rápidamente.

—Eso es bueno. ¿Y en el pasado? ¿Cómo… está Goku? —al decir eso último, su voz se suavizó un poco, y por un instante, me reconocí a mi mismo en su expresión. Piccoro, seguramente, extrañaba a su viejo amigo.

El otro Gohan, el más joven, sabía lo que le había pasado. El Goku de la otra realidad había muerto también, para terminar con Cell. No quería mentirles, pero, ¿no les lastimaría más saber la verdad?

Piccoro entrecerró los ojos al verme dudar por unos segundos, así que respondí lo primero que se me ocurrió.

—Él está bien, señor. Le di la medicina a tiempo, por lo que no morirá —dije. La garganta me dolía al recordar haber visto el sacrificio de Goku, pero las palabras salieron de todos modos.

Los ojos de Gohan y los de Piccoro se iluminaron.

—¡Eso es genial! —dijo Gohan con una sonrisa triunfante.

Rápidamente, se me tiró encima en un abrazo, mientras Piccoro observaba, sonriendo.

—¡Muchas gracias, Trunks! ¡Lo has salvado! Mi papá… al menos, hay un mundo en el que él puede seguir viviendo de ese modo loco suyo, y cuidarme a mí y a mí mamá…

Puse mis brazos alrededor de Gohan, frunciendo el ceño. Me dolía en el alma saber que nada de eso ocurriría… pero si Gohan estaba feliz, yo llevaría el peso de la verdad con gusto.

Entonces, Gohan me soltó, sus ojos brillaban. ¿Había llorado? Nunca lo había visto así. Al ver mi expresión, él también pareció sorprendido.

—Buen trabajo —dijo Piccoro—. ¿Piensas seguir entrenando, verdad? Y tú también, Gohan. No debemos bajar la guardia nunca más.

Asentí sin dudarlo.

—Claro que sí. Debemos proteger a este mundo, ahora que por fin puede haber felicidad —dije con determinación, y miré a Gohan, esperando que él esté de acuerdo.

Gohan se quedó en silencio, con una expresión seria.

—Eh…

Entonces, antes de que Gohan pueda terminar de hablar, apareció mi madre.

—¿Qué hacen aquí afuera, chicos? —nos dijo desde la puerta, y luego, hizo una seña para que entremos—. Los estaba buscando. Nos vamos a sacar una foto grupal, ¡entren!

Rápidamente volvimos a entrar a Corporación Cápsula. Los Guerreros Z estaban reunidos bajo el cartel de antes para sacarse la foto. 

—Trunks, es un gusto conocerte —me dijo Krillin alegremente mientras me acercaba para posar con ellos.

—Sí, no sabes cuán agradecidos estamos —agregó Yamcha.

Tras él, Ten Shin Han me agradeció también, al igual que Chaoz, que flotaba alrededor de mí para verme mejor. Yo me puse rojo de la vergüenza, no estaba acostumbrado a tanta atención…

—Ya déjenlo en paz, insectos.

Levanté la mirada, desconcertado. Mi padre había dicho eso mientras entraba por la puerta, cruzando los brazos. Al igual que Gohan, Vegeta se puso a mi lado para la foto. Miré a Vegeta por unos momentos, lo que le molestó.

—Trunks, ya deja de mirarme así. ¿Qué, tengo tres cabezas? ¡Posa para la foto!

Gohan, que estaba parado entre nosotros, nos miró, rascándose la barbilla con un dedo y riendo.

—S-sí, papá.

Yamcha estaba junto a Ten Shin Han, con su brazo alrededor de su hombro, mientras que Chaoz estaba apoyado en el hombro de Ten Shin Han, haciendo un símbolo de paz con la mano. Krillin estaba junto a Gohan, y Gohan, junto a mí, también con su brazo en mi hombro. Yo le sonreí estúpidamente a la cámara, sin saber realmente cómo posar. Mi madre puso el temporizador de la cámara, y rápidamente se puso junto a mi padre, poniendo su brazo alrededor del suyo.

—¡Digan “queso”! —exclamó mi madre.

—¡Queso!

Clic.

Horas después, la fiesta terminó. Mientras los invitados se iban, arrastrando los pies sobre el confeti en el piso, yo limpiaba la sala con la escoba. Mi madre estaba agotada, como aplastada en el sillón, como si hubiera pasado mil años sin dormir. Considerando todo lo que habíamos pasado, no era muy distinto a la realidad.

Estaba concentrado intentando meter unos molestos restos de comida en la pala, y entonces, sentí los ojos de alguien sobre mí. Levanté la mirada. Otra vez, se trataba de mi padre. Me estaba mirando fijamente, con tanta seriedad que se me heló la sangre.

—Trunks —empezó a decir—, eres mi hijo, y la primera vez que puedo verte con tranquilidad es cuando ya eres un adulto. No solo eres eso, sino también un súper saiyajin que derrotó a los androides que me asesinaron y a todos los demás.

—Sí… Es bueno por fin poder conocerte, padre.

Sin esfuerzo, mi padre ignoró esa respuesta de mi parte, y vino hacia mí como una bala con la intención de golpearme en la cara. Como en cámara lenta, vi a su puño enguantado frente a mí y me moví hacia un lado para esquivar el golpe, asegurándome de no tirar las cosas con las que estaba limpiando. 

Viendo que pude esquivar su ataque con facilidad, él volvió a su posición normal.

—Es obvio que, como el hijo del príncipe de los saiyajin, tú ibas a ser el único guerrero lo suficientemente fuerte como para derrotar a esos pedazos de chatarra. Pero no te confíes, ¡porque pronto te superaré! —continuó, y sin más, se dio la vuelta para irse.

Yo lo miré, anonadado, ¿Acaso esa era su forma extraña de decir que… estaba orgulloso de mi fuerza?

—Ya veremos, yo seguiré entrenando… padre. Y pronto, podremos tener un duelo —le respondí con una sonrisa. 

Mi padre me sonrió también, y salió por la puerta. Por la ventana, pude ver cómo se fue volando, probablemente para empezar a entrenar. Suspiré. Realmente no iba a tomarse ni un solo día libre…

Escuché pasos. Se trataba de los guerreros Z, que ya borrachos, ya iban a irse de Corporación Cápsula.

—Nos vemos, chico —dijo Krillin, arrastrando las palabras. Yamcha lo estaba llevando para que no se caiga, y al oírlo hablar, arrugó la nariz.

—Ay, hueles horrible, amigo —le dijo—. Gracias por la fiesta, Trunks. Y por todo. 

—Es un gusto. 

Ten Shin Han y Chaoz estaban tras ellos.

—Algún día debemos pelear, quisiera saber que tan fuerte eres —me dijo Ten Shin Han, y se llevó dos dedos a la frente—. Adiós.

Los saludé con la mano felizmente, y cuando se fueron por la puerta, me di cuenta de que Gohan no se había ido aún. ¿En dónde estaba?

Busqué su ki. Al igual que Piccoro anteriormente (quién se había ido de la fiesta antes que los demás al haberse aburrido), estaba afuera en alguna parte.

Fui con él al balcón, y lo encontré sentado en una mesa con un vaso de agua en la mano, mirando el cielo. Probablemente seguía pensando en su padre. La culpa me impactó, pero, en serio, no debía decirle más de la situación de Goku.

—Gohan.

Gohan bajó la mirada, encogiéndose un poco por la sorpresa.

—Ah, Trunks. Disculpa, ya es tarde como para que siga aquí, ¿verdad?

—Sí… pero no te preocupes, muchas veces te has quedado aquí antes, así que no es molestia. 

Me acerqué y me senté junto a él.

—¿En qué piensas?

—Ah… pues… —Hizo una pausa—. Es extraño pensar que ya no tenemos que pelear todo el tiempo, ¿no? Digo, claro, debemos seguir entrenando, pero… ya sabes. Ya no con tanta presión. 

—Sí… es exactamente por lo que luchamos tú y yo. 

Gohan me sonrió, y se rascó la nuca con nerviosismo.

—¿Y qué vas a hacer ahora, Trunks? Por mi parte… Yo pienso retomar mis estudios.

Me crucé de brazos, realmente no me había detenido a pensar en eso.

—Eh… yo quiero seguir entrenando.

La sonrisa de Gohan cambió a una más burlona.

—Está bien, pero deberías evitar ser un vividor como tu padre.

Me encogí de hombros, sintiendo como mi cara se calentaba de vergüenza otra vez.

—¡Oye! Me parece que por ahora ya hice suficiente —me quejé.

Gohan rió. Dijo eso absolutamente a propósito.

—Por cierto, ¿Cómo estuvo Namek? ¿Trajiste algún souvenir o algo?

—De hecho… sí, traje una flor muy bonita, pero creo que la dejé en la nave. Luego te la mostraré.

—Genial. Oye…

—¿Sí?

Gohan desvió la mirada de mí, y en su lugar, se quedó viendo su vaso.

—Lo estuve pensando, y… Mi padre… no está vivo en la realidad a la que fuiste, ¿verdad?

—¿Qué? —titubeé—. Eh… no, no está vivo. Lo siento. Pensé que sería mejor que no supieras la verdad… ¿Cómo te diste cuenta de que mentía?

—Trunks, nos conocemos de toda la vida. Sé cuándo algo te afecta, sé cuándo estás feliz, y sé cuándo mientes.

—…Lo siento.

—No, lo aprecio mucho. Aprecias mucho la honradez y la honestidad, ¿verdad? Pero elegiste mentir porque me haría feliz… Algo que no harías en ninguna otra situación. —Puso su mano sobre la mía—. Realmente eres un… gran amigo.

Mis ojos se abrieron, y sonreí.

—Gracias. Tú también. 

Gohan y yo nos miramos por un momento. Entonces él soltó mi mano. 

—Ya debería irme. La pasé muy bien hoy. —Se levantó de la silla—. ¡Nos vemos mañana por la noche!

—¡Nos vemos!

Lo vi irse, y entonces, esa molesta tos volvió. Esta vez fue más dolorosa, y sentí que me ahogaba, así que tomé del vaso de agua que tenía Gohan.

Al tomar toda el agua que tenía, puse el vaso sobre la mesa y… de algún modo, había pétalos transparentes en el fondo.

Definitivamente había algo extraño en la flor Raunuka. Y definitivamente había algo extraño en cómo Gohan me hacía sentir esos últimos días.

Capítulo 4

—Trunks POV—

Me acerqué al vaso y examiné aquellos pétalos. Esta vez, en definitiva, ¡habían salido de mi boca! ¿Pero cómo?… Me decidí a volver inmediatamente a la nave para examinar la flor que había dejado allí.

En la nave, la flor Raunuka estaba exactamente en el mismo lugar en el que la había dejado. Tomé la maceta y bajé de la nave, para luego ponerla de vuelta en la cápsula. 

Esta cosa tan extraña, pensé, es hermosa, pero no sé si debería haberla traído conmigo. 

Mi madre ya había estado en Namek, más bien, en el Namek original. Decidí que ella era la persona a la que debería contarle este incomprensible acontecimiento, ya que era probable que ella hubiera tomado nota de cualquier cosa notable de Namek como su flora cuando visitó el planeta.

Mi madre se encontraba viendo la televisión en la sala. 

—Oye mamá, ¿Te puedo preguntar algo?

—Sí, ¿Qué pas…? —Mi madre me miró, y cuando sus ojos llegaron a la maceta alien que estaba sosteniendo, soltó un grito. —¡Trunks! ¿Qué llevas ahí? ¿Es una flor de Namek? —exclamó mientras se levantaba del sillón de un salto.

—S-sí… ¿Hay algún problema?

—¡Dámela! ¡Y tápate la nariz y la boca! —me dijo mientras tomaba la maceta, haciendo eso mismo con la otra mano.

Hice lo que me dijo mientras, con confusión, veía como ella cubría la flor con el bol en el que tenía pochoclo para acompañar la película que estaba viendo, tirándolo a su preciada alfombra.

—Vamos al laboratorio.

Y allí fuimos. Yo me quedé parado cerca de la puerta y observé a mi mamá poner la maceta en una plataforma plana, blanca y lisa para analizarla. Reconocí ese objeto como el escáner que ella solía usar para analizar la calidad de los materiales que encontrábamos para construir la máquina del tiempo, entre otras cosas. En una pantalla holográfica flotante, de color azul, tecleó algo que no alcancé a leer. Todas sus cosas de ciencia aún me mareaban, a pesar de haber crecido junto a ellas. La flor fue escaneada en todas partes bajo una luz verde y la expresión de mi madre cambió tres veces seguidas. Negativamente, por supuesto..

El escaneo tardó varios minutos así que saqué una silla del escritorio y me senté mientras observaba como la luz del escaner subia y bajaba… El ver a la flor Raunuka todavía me causaba ese efecto casi adormecedor, pero cuando el escaneo terminó, y la luz se tornó roja al comenzar ese proceso, ese efecto que tenía en mí lentamente se desvaneció y volvió toda mi ansiedad, como si se estuviese purgando lo que afectaba mis emociones.

—¿Le mostraste esta flor a alguien más? —me preguntó seriamente sin sacar los ojos de la pantalla. Yo negué con la cabeza y ella prosiguió—: Vamos a tener que hacerte un análisis de sangre. Espero que no le tengas tanto miedo a las agujas como Goku.

—Eh… considerando tu reacción al ver la flor, mamá, creo que una aguja es lo que menos miedo me da en este momento… —dije con el estómago revuelto.

Mi madre me miró con una sonrisa no de felicidad sino de simpatía. Ella obviamente era la persona que más que conocía en el mundo, sabía cual era mi mayor miedo en esta vida…

—No te preocupes tanto, hijo, las flores de Namek no transmiten enfermedades tan graves —me dijo con un tono apaciguador.

No obstante, el miedo se deslizó por mi columna como hielo licuandose de todos modos. 

“Enfermedades”, dijo. “No tan graves”, dijo. ¿Eran acaso graves en alguna medida? ¿Qué naturaleza tenían? No, no… ¡todo menos una desgraciada, imparable enfermedad! Pero qué funesta existencia… Los pensamientos negativos aparecieron en mi mente uno tras otro. “¡Terminaré muriendo del mismo modo que el señor Goku! ¡Obviamente mi buena suerte no iba a durar tanto en esta vida llena de infortunios!...”

Mi mamá se dio cuenta de que prácticamente se me había salido el alma del cuerpo al escuchar esa palabra, y le dio la espalda completamente al escaner para verme a los ojos.

—Vas a estar bien. En en serio. Tu querida madre no te mentiría al respecto.

—¿Pe-pe-pe-pero qué clase de… enfermedad… podría tener por culpa de esa flor? —titubeé mientras cerraba las manos, con los dedos calientes por mi propio sudor.

Mi madre carraspeó y se cruzó de brazos, preparándose para dar una explicación.

—Las flores namekianas pueden transmitir una enfermedad llamada Hanahaki, la cual está ligada a tu energía emocional… Al igual que el ki, esa energía es algo que todos poseemos. Estas flores actúan como una especie de anestesia para la energía emocional descontrolada. Insensibilizan la ansiedad, el dolor… pero no resuelven los problemas, de hecho, traen más. Estas flores tienen unas esporas que se insertan en tus pulmones, y que se activan al entrar en contacto con un flujo emocional inestable. Aquellas esporas no son como las terrestres. Al ser namekianas, son capaces de alimentarse de la energía emocional en lugar de nutrientes físicos… Las esporas crecen dentro de los pulmones, como flores, y las flores crecerán más rápido a medida que tus sentimientos sin resolver se hagan más grandes… particularmente, sentimientos de amor no correspondido. Eventualmente, llegarán a obstruir tu respiración, lo que puede ser fatal si no enfrentas esos sentimientos o recibes tratamiento.

Miré a mi madre con los ojos abiertos de par en par, con la mandíbula colgando y mi cuerpo paralizado. Me quedé en silencio. Un sepulcral silencio, mientras mi corazón se detenía y mi pecho se enfriaba con terror… Y luego mi corazón empezó a latir otra vez, frenéticamente, uno, dos, tres, cuatro…

En ese instante, pude formular tan solo un pensamiento.

¿¡Por qué, por qué ese namekiano me dio esa maldita maceta?!

Mientras respiraba agitadamente, volvía a escuchar las palabras de mi madre resonando en mi mente.

“Las esporas crecen dentro de los pulmones, como flores, y las flores crecerán más rápido a medida que tus sentimientos sin resolver se hagan más grandes”… ¡Pero qué asquerosidad!

”…particularmente, sentimientos de amor no correspondido”…

Inhalé con fuerza al creer haber encontrado una contradicción.

—…¿Sentimientos de amor? Pero mamá… yo no estoy enamorado de nadie. Entonces no deben estar creciendo las flores… espero. —Antes de que pueda terminar de pronunciar la última palabra, tosí fuertemente, y mi madre me miró con una ceja levantada, cuestionandome silenciosamente.

—Pues ya veremos cómo es la situación cuando te hagamos el test de sangre. —Empezó a buscar las cosas necesarias para el procedimiento en el armario—. ¿Veo que estuviste con tos?

Tragué saliva. No, ya no podía negar lo obvio, sin importar cuánto quisiera que este desastre no estuviese pasando.

—Sí… de hecho, quería mostrarte la flor porque me parecía extraño haber tosido un pétalo.

Mí madre suspiró.

—Ay, no, Trunks… No puede ser… —dijo mientras seguía buscando las cosas—. Dime, ¿Quién te está haciendo sentir así?

Me quedé en silencio.

Gohan.

—Eh… bueno…

Gohan.

—Nadie.

Mí madre suspiró, más fuerte. Estuve a punto de decirle con mucha vergüenza lo que me había estado pasando… hasta que me di cuenta de algo.

—Espera… ¿Cómo sabes tanto de una enfermedad alienígena como esta?

Mí madre sacó unos guantes desechables, gasa, alcohol y una aguja del armario. 

—Yo también contraje Hanahaki cuando fui a Namek… —Empezó a explicar mientras ponía las cosas en la mesa, y luego se sentó al lado mío en el escritorio—. Pero pasó un tiempo antes de que la enfermedad se activase para mí. Primero fue asintomático, porque no sentía amor no correspondido por nadie. —Se lavó las manos en el lavabo cerca del escáner y se puso los guantes, yo me levanté la manga—. Y entonces… conocí a tu padre.

—Ah… —dije apretando los dientes con incomodidad. 

Mí madre colocó un torniquete en la parte de arriba de mí brazo y limpió la zona en la que iba a pinchar con alcohol.

—Vegeta se mudó conmigo, naciste, todo eso. Pero él siempre fue muy cerrado, no solía demostrarme su amor… nunca. Y eso dolió demasiado… y desató la enfermedad. 

Finalmente, ella insertó la aguja en la vena por unos momentos, y luego la sacó. Aplicó la gasa sobre la punción y colocó un pequeño vendaje. 

—Y… ¿Qué hiciste para curarte?

—Tu padre tuvo que corresponder mí amor, y entonces, las flores desaparecieron. Poco después… —Su mirada se tornó triste— Tu padre murió. 

Fruncí el ceño mientras miraba mi brazo pensativamente, no sabía esta parte de la historia de mí familia.

—Pero debes comprender, Trunks —Puso la muestra en un tubo de ensayo—, que yo casi pierdo la vida por el Hanahaki. Y no permitiré que tu pases por lo mismo. 

—Entiendo. Yo… yo voy a estar bien —dije con seriedad.

Mí madre me sonrió, y sostuvo mí cara con sus manos, luego me dio un beso en la frente.

—Sé que sí. No seas tonto y confiesale tu amor a Gohan.

Mí rostro se enrojeció.

—¡Mamá! —exclamé con vergüenza—. ¿Cómo… cómo lo supiste?

Ella me guiñó el ojo.

—Es bastante obvio. Ahora, debo analizar esta muestra. Dependiendo de qué tan avanzado esté el Hanahaki, tendremos que tomar vías distintas para solucionarlo. —Antes de que el pánico termine de llegar a mí corazón al escucharla decir que mis sentimientos son obvios, agregó—: Por cierto, ya puedes llevarte la flor ya que ya le quité cualquier peligro.

Me rasqué la nuca.

—Gracias… aunque ahora me aterra bastante…

Capítulo 5

Tras analizar la muestra de sangre en esos momentos, mi madre llegó a la conclusión de que mi Hanahaki no estaba para nada avanzado, y de que todavía tenía varias opciones a tomar. En primer lugar, ella me dió unas pastillas para ralentizar el crecimiento de las flores en mis pulmones, las cuáles había preparado por si le volvía a dar Hanahaki de algún modo. Su prudencia que podría incluso llamarse paranoia me había salvado. Sin embargo, habían tan solo treinta pastillas en el blíster.

—Bueno, Trunks, estas son las opciones que tenés. Uno: aprovechás estos treinta días seguros que tenés para ser honesto sobre tus sentimientos con él… 

Tragué saliva con fuerza.

—Yo no le gusto de ese modo. Terminaría muriendo igual, pero de vergüenza —dije.

—De hecho, sí puede pasar.

—¿Qué?

—Si te le declarás a la persona que te causa Hanahaki y ésta no corresponde tu amor, el Hanahaki empeorará, lo que podría llevarte a la muerte… sí, es en serio.

Al oír eso, me llevé la mano a la frente, sentía como mis piernas se debilitaban del miedo.

—Ay por Dios, qué enfermedad tan melodramática… ¿Y cuál es la otra opción?

—La otra opción es remover las esporas y las flores manualmente con nanorobots…

Bajé mi mano al escritorio y miré a mi madre con esperanza.

—Pero…

Me volví a llevar la mano a la frente, ¿y ahora qué?

—Pero este procedimiento afectaría a tu ki emocional permanentemente… es probable… que al hacerlo nunca vuelvas a amar —explicó.

¡A quién le importa no volver a amar!, pensé, ¡No me permitiré morir, tengo que proteger a la Tierra!

—No puedo arriesgar mi vida así… Tengo que hacerme la cirugía. ¿O quién va a protegerlos a todos ustedes si algo me pasa? —dije con seriedad en mis cejas.

Mi madre, por otra parte, me miró con tristeza.

—Entiendo eso, hijo, pero, ¿No crees que sería algo precipitado? Podés hacerte la cirugía inmediatamente, sí. Pero no volverías a querer ni a Gohan, ni a mí, ni a tu padre, ni al mundo al que querés proteger. Temo que, sin la energía que el amor da a las personas, sin importar qué tipo de amor sea… ya nada te importaría. Me dolería verte así… —se cruzó de brazos pensativamente—. Quizá terminarías como… —se interrumpió a sí misma y me miró.

—¿Como la madre de Gohan?

Mi madre suspiró.

—Sí… ella perdió todo lo que alguna vez amó… y ya sabés lo deprimida que estuvo. Aunque Gohan está de vuelta, y estas últimas dos semanas vivió con ella, Milk… no sé si alguna vez volverá a ser la misma. No quiero que eso te pase a vos. ¿Y si Gohan sí te quiere? ¿Por qué no intentas ir por ese lado antes de arriesgarte a vivir algo… como eso?

Me quedé pensando por unos momentos. Recordaba a la madre de Gohan… sabía que ella estaba enojada con mi madre, y hasta conmigo, por haber motivado a Gohan a arriesgar su vida peleando. Milk, ella terminó perdiendo todo lo que le era preciado… Su vida es un ejemplo de una sin amor.

No, yo no quería terminar así… pero ser honesto con mis sentimientos también sería arriesgado, si llegaba a fallar y Gohan no me veía del mismo modo que yo a él, moriría. ¿Qué debía hacer, entonces? Parecía como si todos los caminos por los que podía pasar podrían terminar conmigo para siempre…

Yo, Trunks, debía hacer que Gohan se enamore de mí de alguna forma para sobrevivir. 

—Bueno… yo… voy a intentarlo —dije sin seguridad alguna—. Pero si no hay señal de que Gohan me quiera antes de que se termine la medicina, será mejor que me someta a la cirugía.

—Está bien.

Mi madre me abrazó, y yo también a ella, con fuerza. Todavía tenía esa sensación horrible en el estómago.

—Mucha suerte. Avisame si te sentís mal o si necesitas algo, ¿sí?

—Si, mamá. Gracias.

Tomé la primera pastilla, y luego, me fui del laboratorio. Ya era bastante tarde, estaba agotado por la fiesta y por todo lo que había descubierto… Además, tenía que ver la película con Gohan al día siguiente, por lo que debía dormir bien.

No dormí bien en lo absoluto. En mi cama, me quedé inmóvil con los ojos cerrados, haciendo lo posible para respirar con tranquilidad. Pero me temblaban los dedos y de repente me sentía incómodo en ese colchón. Las horas pasaron y pasaron, y veía el negro de mis ojos cerrados como si estuviese mirando por la ventana. Un pensamiento se repetía como un mantra en bucle en mí mente. 

Voy a morir… voy a morir… y voy a morir de la forma más estúpida posible…

En bucle, luego, decía, estaré bien… estaré bien… debo estarlo… 

Intentaba calmarme, pero era en vano. ¿Por qué todavía estaba consciente? ¿Qué hora era?

Inquieto, decidí abrir los ojos, diciéndome que solo sería para ver la hora. Di vuelta el reloj de mí mesita de luz; eran las cuatro de la mañana. El cielo era de un color naranja oscuro, y se podían ver las bellas flores en el patio en esa primavera de mayo. Fruncí los labios. Nunca me había disgustado tanto ver unas inocentes flores. Pero entonces sabía que pronto podrían ser mi perdición.

Ya seguro de que no podría conciliar el sueño, me levanté y encendí la lámpara de mi escritorio. Así que… ¿Debía enamorar a Gohan para sobrevivir, eh? Resoplé, ¡Cómo si esas cosas pasaran!...

Pero… de verdad, de verdad debía pasar, por mi bien. Así que saqué un cuaderno del cajón del escritorio y un lápiz, decidido a crear alguna especie de plan. Me rasqué los ojos mientras anotaba el título: ‘plan para no morir.’ 

Sin embargo, rápidamente me quedé en blanco.

Estaba de más aclarar que, como guerrero viajero del tiempo, nunca había tenido tiempo para tener ninguna novia o novio ni nada. De hecho, apenas había conocido a personas durante mi vida. No había escuelas; era demasiado peligroso, así que nunca había tenido compañeros ni romances adolescentes o algo así. No había lugares a los que salir, ni momentos para socializar con nadie… A decir verdad, la única persona que frecuentaba y que sabía con seguridad que no estaría muerta al día siguiente era el mismo Gohan… por lo que no había ninguna cosa en la que podría basarme para inventar el plan.

Bueno… si Gohan era lo único que conocía… ¿Seguramente yo sabía suficiente de él como para saber cómo podría gustarle?

Anoté un subtítulo: ‘cosas que le gustan’. Y luego… me volví a quedar en blanco. Gohan y yo… cuando pasábamos tiempo juntos, si se podía llamar así, solo entrenábamos y hacíamos todo lo posible para sobrevivir. Él me contaba historias de un mundo pacífico, de las películas que conocía… para motivarme, claro. Pero fuera de eso… yo no sabía mucho sobre él. Sabía que era fuerte y valiente, sí. Pero todo el mundo sabía eso. 

¿Acaso no lo conocía mejor que cualquier otra persona? ¿Y él a mí? ¿Realmente nos conocíamos bien, o…?

Me quedé paralizado. ¿Qué se supone que debía hacer?

Entonces… vi algo brillante de reojo, en mi mesita de luz. Algo verde. 

En la mesita de luz, junto al reloj, estaba la flor Raunuka. Era bastante pequeña así que encajaba como decoración. Pero ahora, había algo brillante en la maceta. Estiré el brazo y la tomé. Parecía que tenía algo escrito en namekiano, algo que no era visible antes.

Me puse unas sandalias y silenciosamente salí de mi cuarto con la maceta. Fui al laboratorio a buscar el traductor universal de mi madre, lo que no me tomó mucho tiempo. 

La maceta decía: ‘solo con la verdad la flor de tu respiración se marchitará. Haz de balancear la balanza de las emociones’.

Observé la inscripción por unos momentos. ¿A qué verdad se refería? Quizá tenía algo que ver con lo que estaba pensando al no lograr escribir nada sobre Gohan en mi cuaderno. Me pregunté si había algo de él que no sabía aún… algo que iba a tener que descubrir para curarme, además de enamorar a Gohan, claro.

Suspiré. Esa maldita flor solo hacía que todo se vuelva más complicado…

Unos momentos después, la maceta dejó de brillar. Era hora de volver a mi habitación.

Eventualmente, pude conciliar el sueño, pero al haberme dormido poco antes del amanecer, no había descansado lo suficiente.

Capítulo 6

Al día siguiente, me duché, desayuné y entrené, todo con sueño pero también con una anticipación por el plan por la tarde que no pude dormir ni una siesta. Una pastilla anti Hanahaki menos, un día más cerca a mi salvación o perdición.

Mi madre se tomó el tiempo para explicarme cómo funcionaba la sala de cine de la corporación. Entendí los primeros pasos, pero el resto no me entró en la cabeza. La sala tenía una tecnología nueva y tenía distintos modos, modo cine, modo reunión y… uno que ni siquiera recordaba. No ayudaba que yo era terrible con la tecnología y solo había dormido unas tres horas.

Al menos, cuando fui a la sala de control, no tuve problemas para instalar la película que veríamos… Titanic. Pero ese era tan solo el primer paso, debía proyectar la película en la pantalla grande, ajustar el volumen…

Frente a mí, había una infinidad de botones, sin ningún símbolo ni nada que apunte a su uso, solo colores. Miré la hora en mi reloj. Gohan estaba a punto de llegar, y todavía no había empezado la película. 

Maldije entre dientes, intentando recordar las instrucciones restantes. Un bostezo empujó mi mandíbula hacia abajo mientras… empecé a apretar botones al azar. Empecé por los azules, era un color bonito. Una tontería, ¿pero qué más podría hacer?

Desde la ventana de la sala de control, a través de la que podía ver la sala de cine, vi que la pantalla se quedó en blanco. Era… un avance. La miré fijamente, apretando los labios. 

Entonces, apareció una imagen de una ciudad desde un plano aéreo. La cámara voló hasta llegar a… ¿El edificio de Corporación Cápsula? Una voz de una locutora dijo: “¡Mira hacia el futuro! ¡Compra una Cápsula Hogar!” 

…Era una publicidad. Maldita sea. 

En ese momento, escuché como la puerta doble se abrió. Gohan había llegado, traía dos potes de pochoclo y dos bebidas altas en una bandeja de plástico con el logo de la empresa. Vestía una remera blanca y unos pantalones azules. 

—¡Hola! ¿Trunks?

Salí de la sala de control, el anuncio seguía reproduciéndose.

—¡Ey, Gohan! —saludé con una sonrisa nerviosa. 

—¿Así que nosotros también debemos ver anuncios antes de que empiece la película? —preguntó Gohan. Se sentó en la tercera fila de asientos, en el tercer escalón, y yo lo seguí para continuar la conversación pero sin sentarme—. ¿En tu propia casa? Wow.

Me llevé la mano al cuello.

—Eh… no… de hecho, no. Es que hubo algunos… problemas técnicos. 

—Eso tiene más sentido.

—¿Podrías esperarme un momento, por favor?

Gohan asintió, y rápidamente bajé los escalones para volver a la sala de control detrás de la pantalla. Al darme la vuelta para abrir la puerta y entrar, Gohan me miraba entrecerrando los ojos.

Una vez dentro, me quedé mirando los botones y mis manos pasaron por sobre ellos, sin tocarlos. Realmente debí haber anotado lo que explicó mi madre…

—Oye, ¿quieres que te ayude? —preguntó Gohan desde su asiento.

—No, está bien… eh…

El anuncio terminó por sí solo, y mi madre apareció en la pantalla. 

—Si estás viendo esto, es porque no entendiste cómo funciona la sala. Si no quieres que se empiecen a reproducir videos familiares vergonzosos, haz esto…

Por cada palabra que salía de los éstereos era más enterrado en la vergüenza. Para colmo, ese vídeo parecía estar roto, porque simplemente apareció una pantalla de error celeste.

Maldita sea. 

Esta vez iba a apretar los botones rojos.

Al hacer eso, se apagaron todas las luces por unos segundos… y luego se encendieron unas rojas. Fantástico. 

Salí de la sala de control para ver qué estaba pasando. Unas alarmas me perforaron los oídos inmediatamente y las puertas se bloquearon en forma de x.

Gohan y yo nos miramos, con los ojos como los de gatos asustados, y la voz de locutora volvió a resonar.

—Modo de entrenamiento activado. Nivel: Supervivencia. 

—¿Qué? —exclamó Gohan y cayó al piso. Los asientos se hundieron al mismo tiempo, dejando la sala vacía.

Gohan se levantó y vino hacia mí rápidamente.

—¿Qué pasa?

—No lo sé… 

—¿Estamos encerrados?

Suspiré. —Eso parece. 

—¿Y qué es eso del modo de…?

Las paredes se abrieron con pequeñas puertas que estaban camufladas. De ellas, salieron unos… robots con una mano normal y otra en forma de daga, y ojos celestes y en forma de triángulos acostados.

Así que este era el modo que olvidé…

Con su otra mano mecánica, los robots empezaron a disparar ráfagas de ki. Una se dirigió hacia Gohan y él se agachó para esquivarla, haciendo que la rafaga llegue hacia mí, pero la desvíe con un golpe de mí palma. Estábamos luchando contra máquinas una vez más.

Me di la vuelta para volver a la sala de control para resolver el problema de raíz.

—¡Rápido, entremos! —le dije a Gohan.

Pero Gohan seguía agachado en el medio de la sala, en medio del fuego de los robots. Ellos le dispararon una ráfaga tras otra, pero él no se movía.

—¿Gohan? ¿Qué haces? Ven aquí.

Lentamente, Gohan se llevó las manos a la cabeza. Miraba hacia el piso, con los ojos abiertos, el ceño fruncido y los dientes apretados. 

Estaba aterrado.

Con preocupación, corrí hacia él y básicamente lo arrastré conmigo a la sala de control, donde estaría a salvo.

***

Se escuchaban los disparos afuera y Gohan seguía con la mirada perdida. Nunca lo había visto así… Estúpidamente, yo siempre creí que él no le temía a nada. 

Sin alejarme mucho de él, noté una palanca negra arriba de los botones. Decía: apagar. La bajé y todo volvió a su lugar. Los robots retrocedieron y las puertas de las que habían salido se cerraron, sin embargo, las marcas de los impactos seguían en las paredes y en el techo. Los asientos volvieron a salir, las luces eran blancas.

Gohan estaba temblando y aferrándose a mi brazo, enredando el suyo con el mío, como si fuera la última cosa flotante en un mar helado, respirando pesadamente. Su ropa estaba algo dañada, con marcas de quemaduras y uno que otro hilo salido. Miró por la ventana y vio que todo había vuelto a la normalidad. 

Luego, volvió a mirarme, con los ojos brillosos. Me soltó y se pasó la mano por la cara.

—¿Estás… bien?

—Sí, si. Perdón. Es que… me… me trajo recuerdos. —Rió dolorosamente—. Es que, en una ráfaga de ki de unas máquinas, fue exactamente como yo… ya sabes.

No terminó la frase, pero sabía a qué se refería. Así había muerto, recordaba haberlo encontrado en un charco… Un recuerdo horrible que había resurgido por mi culpa. Así que por eso se quedó paralizado.

—Perdón… No sé qué estaba pensando… Bueno, sí, pensé que podría hacerlo funcionar.

El proyector… mi plan vacío… todo. Había arruinado todo en un día porque Gohan estaba al borde de las lágrimas y me destrozaba…

—Lo arruiné… ¿Quieres irte a casa? Entiendo si tú…

—¡No! —dijo más alto de lo normal—. No —repitió más bajo—. Dijiste que pasaremos este día juntos y eso haremos. No necesitamos ver una película.

—¿En serio? ¿Aún quieres? 

—Claro. Después de ese momento malo, me debes uno bueno, ¿no crees? Vamos.

Le sonreí, sorprendido pero feliz. Mientras salíamos, Gohan enredó su brazo alrededor del mío como antes. Me miró como pidiendo permiso, y le sonreí con los ojos, lo que lo dejó tranquilo. 

***

Nos sentamos en el mismo lugar, en dónde Gohan había dejado la comida. Tomé mí Pepsi pero el hielo ya se había derretido. Arrugé la nariz.

—Eww, está caliente. 

Gohan se rió. 

—¿Qué esperabas, el calor del momento, eh?

—Sí.

Pasaron unos segundos de silencio, en los que Gohan escondió su cara en su bebida, y luego volvió a mirarme con los ojos entrecerrados.

—¿No dormiste? Se te cierran los ojos.

—Ah… sí, es que… me pasé entrenando…

—Hm —respondió, y procedió a devorar sus pochoclos hasta dejar el pote vacío, todo de una sola vez.

En mí silencio, recordé algo. Algo que tenía en el bolsillo.

—Gohan, casi me olvido de decirte. Cuando viajé al pasado, eh… —Saqué una foto del bolsillo de mi chaqueta—. Me saqué una foto… con tu padre.

Gohan tomó la foto y sus ojos se iluminaron. Su boca se abrió levemente por la sorpresa y luego se curvó con una gran sonrisa.

—Mi papá… Wow, gracias por mostrarme. Se le ve bien. —Inclinó la cabeza—. ¿Tienen puestas armaduras como las del señor Vegeta?

—Sí, estábamos entrenando en lo de Kami y todos íbamos vestidos así.

Gohan asintió con entendimiento.

—A mí papá le queda rara —dijo entre risas—. A ti no te queda tan mal.

Miró la foto unos segundos más, con alegría.

—¿Me la puedo quedar? No tengo muchas fotos de mí papá… Ya están viejas. 

—Claro, te la regalo.

—Gracias… eres de lo mejor.

—Ah, no… no es nada.

Gohan se guardó la foto y seguimos hablando un buen rato más. Pero al escucharlo, no era esa persona mítica que veía siempre. Sino el Gohan vulnerable, humano, que había visto esa tarde. Veía la verdad. 

Capítulo 7

Gohan POV

Trunks y yo pasamos el rato en la sala de cine, sin atrevernos a volver a intentar encender la pantalla. De todos modos, la película no era tan importante, sino pasar el día con mi amigo.

Había pasado como una hora desde que los robots de entrenamiento nos habían atacado… pero aunque estábamos sentados tranquilamente ahora, yo todavía tenía los pelos de punta. 

En cualquier otra situación, me habría ido inmediatamente, a algún lugar seguro. Pero estar junto a Trunks, y verlo sonreír después de todo lo que pasamos… escuchar esa risa de chico rico que a pesar de todo sonaba igual que siempre… hacía que tuviera menos miedo.

Me recordaba que no estaba en el pasado, en el peligro, en la soledad, la desesperación. Estaba con Trunks, y esta vez, nadie nos iba a separar.

Cuando yo morí al no poder ganar mi última pelea, él podría haberse olvidado de mí por completo. Creció por sí solo, se volvió más fuerte de lo que yo podría volverme jamás. Derrotó a los androides, levantó un mundo muerto de las cenizas. Podría haberme dejado atrás, como una pequeña mancha en un doloroso pasado. Pero también me levantó a mí.

Recordé todas las cosas bonitas que Trunks me había dicho y todo lo que había hecho por mí ese último tiempo.

‘Te extrañé cada día, Gohan.’

‘El poder traer a todos de vuelta algún día… Y el poder volver a verte a ti algún día, fue lo que me sacó adelante.’

Yo le fallé al mundo al perder, también a Trunks. Y a pesar de todo… Él pensaba en mí.

Él quería volver a verme.

Viajó al pasado, se sacó esa foto con mi padre, y me la dió, me trajo un pedazo de algo precioso para mí. 

Se supone que yo debía proteger a Trunks del peligro, que yo debía salvar el mundo, pero él me protegió antes, y con todo lo que hizo, con todas esas pequeñas acciones y palabras, él me estaba salvando a mí.

—…Y después uno de los namekianos vigilando la guardia del Gran Patriarca dijo algo como… no sé… —Se quedó en silencio mientras intentaba recordarlo, me estaba contando de su viaje a Nuevo Namek—. Dokunoshi kasa… Y creo que algo más. Algo como… Nazuni pponjuu. Y el otro le dijo, ah, creo que esto lo recuerdo mejor porque el otro se estaba riendo, y me pareció raro. Le dijo: Ura kaya seta, Ika jida budda oyi. Y se rió. 

Asentí, frunciendo el ceño. En mis años como guerrero, cuando el señor Piccoro fue asesinado, yo no sabía cómo no soltarlo ahora que no estaba, por así decirlo. Quería tener la tranquilidad de que aún estaba conectado a él a pesar de que había muerto, para no volverme loco por todo lo que había perdido. Así que… decidí aprender namekiano. Nunca tuve fluidez, obviamente, aprender un idioma en las condiciones en las que vivía era muy complicado, Y Bulma, que me ayudaba, también tenía un conocimiento limitado.

Pero las frases que mencionaba Trunks eran medianamente comprensibles para mí. Y eran… un poco preocupantes.

Dokunoshi kasa. Creo que quiso decir ‘Doku no shikaza’, que significaba: ‘es un terrícola.’ Hasta ahí, bien.

Luego: Nazuni pponjuu. Significaba: ‘la flora le…’. Una frase incompleta.

Por último, la frase más clara. Ura kaya seta, Ika jida budda oyi. Significaba: ‘eso parece. No vendrá venir lo que le espera’.

—Ah… —murmuré—. Yo aprendí un poco de namekiano, ¿recuerdas?

—¿En serio? Pues no, no lo recordaba…

Chasqueé la lengua de broma.

—¡Me pregunto qué recuerdas de mí! Bueno, en fin, el primer namekiano le dijo al otro que eras un terrícola, y que la flora te hacía algo. —Los ojos de Trunks se abrieron visiblemente cuando dije eso, por alguna razón—. El otro mostró estar de acuerdo con… el otro, y dijo que no vendrás venir lo que te espera. 

La boca de Trunks se abrió ligeramente con sorpresa, y al mismo tiempo, juntó las cejas, indignado.

—Wow… ¿Cuándo diablos aprendiste todas esas palabras? ¿Qué? Qué inteligente.

Me crucé de brazos.

—¡Si cada vez que iba a tu casa a comer tenía el cuaderno de lecciones ese que me hizo tu madre!

Trunks se rascó la mejilla. El pobre estaba tan avergonzado, era tiernísimo.

—Pensé que era para tus estrategias de pelea o algo…

Levanté una ceja.

—Literalmente murmuraba las palabras en namekiano para aprenderlas… ¿Cómo no te diste cuenta? ¿Qué se robó tu atención tanto?

—¿Qué qué se robó mi atención? Pues… eh… —Trunks se quedó en silencio. Tras unos momentos dejó de mirar su vaso vacío, y me miró a mí, yo me estaba mordiendo los labios para no reirme—. ¡Ay! ¿Solamente es porque te gusta cuando me tropiezo con mis palabras, verdad? Ni siquiera te importa…

Mis dientes sosteniendo mi labio superior no pudieron evitar que se me saliera la risa. Trunks puso los ojos en blanco, sonriendo.

—Sí, es cierto, perdón… Pero qué extraño es que esos namekianos hayan dicho eso, ¿no? ¿“No sabe lo que le espera”? ¿Y qué con la flora? Sospechoso —dije ligeramente mientras tomaba lo último que quedaba en mi vaso.

Trunks jugó con sus dedos.

—Sí… sospechoso. Pero, bueno, se ve que no pasó nada, así que… 

Había algo extraño. 

La forma en la que dijo eso hizo que suene como una mentira. Aunque no veía ningún motivo por el qué Trunks mentiría con algo tan trivial como una conversación que escuchó de unos desconocidos…

—Mm-hmm, claro…

—¿Por qué me miras así? 

Apreté los labios, y decidí que simplemente no era importante.

—Nada, nada. Es que, hablando de Namek… ¿No me habías dicho que trajiste una flor? 

Trunks asintió.

—Ah, sí, ¿quieres verla?

—¡Claro!

—Está en mi cuarto, voy a buscarla.

—¿Voy contigo?

—Eh, claro.

De absolutamente ninguna manera iba a permitir que me dejen solo en ese cine del infierno.

Además, me daba curiosidad ver el cuarto de Trunks.

***

Salimos de la sala de cine y fuimos al cuarto de Trunks. Abrió la puerta; la maceta estaba al lado de su cama. Entró y se acercó a la mesita de luz para ir a buscarla, y yo me quedé en la entrada, mirando cada rincón. 

Estaba… un poco vacío, al menos a comparación del mío. Todo los objetos estaban a un lado del cuarto, y el otro, el que veía de frente desde la puerta, no tenía nada, solo el armario La ventana estaba cerca de su cama, y daba al patio en el que crecían flores. No tenía nada en las paredes, su escritorio estaba libre en la parte de arriba… Todo estaba increíblemente ordenado, como si Trunks nunca estuviera en su propia habitación.

Mientras observaba, eventualmente mi mirada llegó a su cama. Trunks estaba al lado, distraído moviendo algo dentro del cajón de la mesita de luz, una pequeña caja blanca de algo, sin mostrarme la famosa flor aún. No sabía por qué, pero me dolió un poco mirarla, por alguna razón me hizo sentir una incomodidad en el estómago. Así que volví a mirar el escritorio, y… Espera. ¿Qué era eso envuelto en cuero que estaba debajo? Me parecía familiar…

Una espada.

Era… ¿Mi espada?

Trunks pareció notar que estaba mirando todo en silencio y nerviosamente me miró, con la flor en las manos.

—¿Qué pasa? ¿Eres el guardia de la entrada al castillo o qué?

—¿“Castillo”? ¿Así que por eso tienes una espada ahí, caballero?

Trunks puso los ojos en el mismo lugar que yo, y se llevó los hombros a las orejas.

—Ah, sí, es… Sí, es lo que piensas, es la tuya. ¿Sabías que maté a Freezer con ella?

—¡Eso es increíble! Pero… ¿Por qué la tienes?

—Me la había regalado tu madre. —Antes de que pueda seguir hablándole de eso, agregó— ¿No querías ver la flor?

—Cierto.

Finalmente, entré a la habitación y fui con Trunks, él puso la maceta en mis manos. La famosa flor era muy bonita, transparente y brillante, como si estuviera hecha de cristal. Mis ojos se iluminaron.

—¡Vaya! Es muy hermosa.

Toqué uno de sus pétalos con el dedo y noté algo verde y brillante en la maceta. Una inscripción… en namekiano. Rápidamente la traduje, entrecerrando los ojos.

‘La verdadera fuerza yace en la verdad.’

Ladeé la cabeza, confundido, y di vuelta la maceta para mostrarle la inscripción a Trunks. 

—¿Viste lo que dice aquí? 

Trunks me miró con confusión.

—¿Qué cosa? No dice nada. Solamente hay un patrón triangular.

Pasó un segundo de silencio, solo interrumpido por la tos de Trunks. 

Había… algo extraño. Algo muy extraño. 

Tragué saliva.

—Ah, claro, pensé… que eran palabras. Oye, ¿y esa tos?

—Estoy un poco resfriado. 

—Hmm.

No me gustaba esa frase. Cuando mi padre enfermó, también decíamos que estaba un poco resfriado al principio. Pero, por supuesto, solo estaba siendo paranoico.

—Bueno, Trunks, creo que ya te invadí lo suficiente por hoy —dije con una sonrisa—. Ya debería irme, tú descansa, ¿sí?

—Claro. ¿La pasaste bien?

—¡Sí! Fue más divertido que solo ver una película…

—¿Divertido? Yo te vi asustado antes.

—Sí, pero… —hice una pausa.

Pero estar más cerca de ti por un momento fue se sintió como un logro…

—Pero se convertirá en una anécdota graciosa. 

Trunks me sonrió. Me esforcé para sonreírle también. Esto era raro. ¿Estaba actuando raro? Esperaba que Trunks no lo note.

—Bueno, fue genial verte. Llámame cuando quieras, ¿sí?

—¡Claro!

Nos saludamos con la mano, y giré con mis tobillos para irme. Pasó un momento, y cerré los puños, me giré de nuevo. Trunks me miró con confusión por la vez número mil.

Di dos pasos hacia él y le di un abrazo. Tenía mil cosas para decirle, pero podrían resumirse en dos.

—Oye, gracias por todo.

…te amo.

Pero dejé esa última parte sin decir.

Trunks puso sus manos en mis hombros.

—Lo mismo digo.

Pude escuchar su voz más cerca cuando dijo eso. Era bonito. Si, era bonito estar ahí con él.

Pensé en lo fuerte que era Trunks y en la verdad, de lo que sea que estaba hablando ese pedazo de Namek.

Luego pensé que estaba condenado a algo que nunca me había atrevido a sentir. Algo para lo que no estaba preparado.

Capítulo 8

Pasaron algunos días. Estar de vuelta en la Tierra era extraño, aunque también bonito. La ciudad reconstruida tenía lugares nuevos que no recordaba, pero lo mejor era ver los lugares que vagamente recordaba de mi infancia de vuelta. 

Mi madre me había mandado a comprar comida, así que me encontraba sobrevolando la zona con bolsas marrones en los brazos. Observaba la ciudad desde arriba, y entonces, noté un restaurante al que solía ir de niño con mi familia. Muchas veces, al ir allí con mis padres, nos gastábamos todo lo que ganaba mi padre en la granja y todas las riquezas de mi madre de una sola vez por la increíble cantidad de comida que mi padre y yo inhalábamos en segundos como Saiyajins… cuando mi padre todavía estaba en este mundo y mi madre aún sonreía.

Al estar en el centro, fue uno de los primeros lugares en ser destruido por los androides. Recordaba tener doce años y estar en negación, querer festejar mi cumpleaños allí sin importar lo que estaba pasando, aunque mi madre no quería que salgamos de casa por el peligro.

***

Estaba caminando por la calle, solo, con una torta en las manos, tuve que buscar los ingredientes por meses, pero por fin la tenía. El restaurante estaba hecho cenizas, escombros, pero no importaba, iba a cumplir doce años una sola vez e iba a festejar sin importar si eso significaba sentarme en los restos del lugar que me gustaba.

Mi expresión fue seria al entrar, decidida, pero cuando me senté en una silla con las patas rotas y llena de polvo, algo se rompió en mí.

Mi madre no quería que fuera a ese lugar solo, probablemente estaba buscándome en ese momento.

Mi padre era solo un recuerdo que se alejaba cada vez más de mí.

Mis lágrimas limpiaron mi rostro sucio mientras cortaba la torta en pequeñas porciones como me había enseñado ella. “Así es como se come en las fiestas”, me decía.

Pensé en una vieja canción que se parecía a lo que me estaba pasando y pensé en cómo ya no se podía escuchar música tranquilamente y…

Entonces, sentí un ki acercándose, y se me erizaron los pelos. Me levanté de un salto y me puse en posición de pelea. Pero rápidamente me percaté de que no era un ki con maldad… Era uno conocido.

La puerta inclinada del restaurante se abrió de golpe y unos pasos rápidos se escucharon en las baldosas quebradas. Estaba corriendo hacia mí…

Era ese chico, Trunks, con su cara juzgona.

—¡Gohan! —exclamó al verme—. ¿Qué crees que haces? ¡Tu mamá me dijo que te escapaste de casa! ¿No ves que ella está preocupada por ti?

Escondí mi cara con mi brazo, desviando la mirada.

—Sí… sí, es verdad. Ahora regreso.

—Bien… —Tras decir eso, buscó algo en los bolsillos de su buzo—. ¡Y feliz cumpleaños!

Lo miré.

—¿Hmm?

Él encontró lo que buscaba, y dio unos pasos hacia mí con lo que parecía ser una carta hecha en casa.

—¡Es para ti!

Me sorbí los mocos y, sorprendido, la tomé. Era una hoja de papel doblada en dos, en la portada decía, con una letra desprolija intentando ser elegante: “Felis Cumple años”. 

Abrí la carta, y dentro, había un dibujo de Trunks y yo. “Seré fuerte como tú”.

En la otra página, la última, Trunks me había dibujado con mi familia. Hace tanto no tenía una imagen en la que estuviéramos los tres…

Miré a Trunks, él me observaba con esos ojos grandes suyos llenos de emoción, esperando mi devolución.

—¿Así se ve Goku, verdad? No se si me salió bien su cabello, pero…

—Gracias —dije, intentando que no se me quiebre la voz—. Te quedó igual.

Trunks me sonrió más, mostrando los dientes. Yo le sonreí de vuelta y me levanté de la silla.

—Vámonos ya. 

Salimos del restaurante, y nos preparamos para volar. Antes de hacerlo, Trunks giró la cabeza para ver lo que traía en las manos.

—Cuando lleguemos, ¿me puedes dar un poco de eso? —preguntó avergonzado, apuntando a mi torta de cumpleaños.

***

Recordaba haberle dicho que sí, y ambos fuimos a mi casa, mi madre me gritó y luego me abrazó, y después me cantaron el feliz cumpleaños y Trunks y yo nos comimos todo y empezamos a jugar a las peleas. Las cosas eran horribles en ese entonces, pero las cosas buenas eran más simples.

Ahora que ese restaurante estaba reconstruido, quería ir allí con Trunks otra vez. Pero por alguna razón… dudé.

¿No estaba siendo muy pesado ya? Y Trunks probablemente ni siquiera recuerde por qué ese lugar es tan importante para mí. Debería dejarlo en paz y…

Pero Trunks y yo siempre habíamos sido amigos, siempre pasábamos el tiempo juntos. ¿Por qué de repente pensaba que él podría rechazar pasar el rato conmigo, por qué esa posibilidad me aterraba?

Eventualmente, aterricé en mi casa, y todavía pensaba en eso.

***

Aterricé en el césped en la entrada de mi casa, y mientras caminaba por el camino de piedra hacia la entrada, me fijé si no se me había caído nada de las bolsas de compras. Efectivamente, todo estaba en su lugar. Abrí la puerta y entré. 

Como siempre… El silencio era devastador.

—Ya volví, mamá —le dije. Ella estaba sentada en la mesa, mirando por la ventana con los párpados caídos.

—Ah, hola. Deja eso en la mesada, ya cocinaré. 

—No te preocupes, lo haré yo.

Pensé que ella protestaría, pero nuevamente se quedó en silencio, sin moverse. Mientras tanto, llené nuestra olla grande de metal con agua y la puse en la hornalla de la cocina.

Me quedé parado esperando a que el agua se caliente, y cada tanto miraba a mi mamá. Parecía más una estatua que una persona.

—¿Estás bien?

—Sí.

No parecía estarlo. Tampoco parecía que quisiera hablar de lo qué le pasaba.

Empezó a salir vapor del agua burbujeante, así que metí las verduras en la olla. Revolví mientras pensaba en cómo romper el silencio.

—Así que… ¿Escuché que le regalaste mi espada a Trunks?

Mi madre levantó la mirada.

—Sí. 

—Qué lindo. —Mi madre no respondió—. ¿Quieres hablarme de eso?

Dejó caer su cabeza.

—Fue después de tu muerte… en el funeral… Estaba destrozado, el pobre chico. 

Ella dejó de hablar, pero yo seguí mirándola, esperando a que termine de contar la historia. Mi madre suspiró.

—Me juró que iba a destruir esas máquinas por ti… que pudo transformarse en un súper saiyajin y que pronto sería lo suficientemente fuerte. Le dije que necesitaba un arma. Así que se la di. Era mejor que verla juntar polvo por aquí —explicó, haciendo un gesto mostrando que se refería a la casa.

En ese momento, estaba ordenada y limpia, ya que mi mamá y yo hicimos una limpieza después de que yo le insistí mucho. En mi primer día de vuelta, había visto que todo estaba sucio y abandonado, así que a eso se refería.

Me dolía pensar en todo el dolor que había pasado mi madre al estar ahí sola por tantos años, indefensa, asustada… Pero ahora yo había vuelto, y las cosas mejorarían.

Sin embargo, parecía que ella no estaba mejorando.

Quería alivianar el ambiente, Así que dije:

—¿Dijiste súper saiyajin? ¿Así que esa transformación ya no te parece un simple súper delincuente?

—No te confundas… Sigo odiando que su pelo se vuelva rubio. Hace que parezca que son de una pandilla o algo así. —Hizo un sonido de ‘hmph’ mientras se cruzaba de brazos—. Pero lo quiera o no, eso es lo que nos salvó. Así que no puedo quejarme.

—Oh, no, quéjate. Quiero que hables más. ¿Sabes que ya no estás sola, verdad?

Mi madre sonrió levemente también. Eso era una victoria.

—Sí… gracias, hijo. —Volvió a suspirar—. El mundo ya está vivo de nuevo, pero es como si yo no pudiera salir del pasado aún. No dejo de pensar en lo que le pasó a tu padre…

Mis ojos se tornaron tristes.

—Lo sé. Yo tampoco. Pero… él estaría feliz de que sobrevivimos. Así que… no sobrevivamos nada más. Vivamos otra vez, ahora que podemos. 

Mi madre sonrió, pero era una sonrisa forzada. Era como si ella quisiera decirme algo más, pero las palabras no le salían.

Poco después, la sopa de verduras ya estaba lista. Serví la comida, y comimos en silencio. Mi madre seguía pensativa.

—Gohan… Creo que jamás llegué a hablarte de lo que murió tu padre, ¿verdad?

Negué con la cabeza.

—No… pero Bulma y Trunks me dijeron que fue de una enfermedad al corazón.

—Sí —murmuró—. Sí, eso es cierto.

Pronto, mi madre terminó de comer, y yo me serví varios platos más. Después de esa comida, lavamos los platos juntos y mi madre se volvió a sentar en silencio.

Me senté junto a ella, para no dejarla sola.

Tenía la sensación de que todos se estaban guardando algo de mí últimamente. Trunks, Mi madre… No sabía si era paranoia o no.

En ese momento, pensé en llamar a Trunks, quería saber si se sentía mejor, y si quería ir a ese restaurante conmigo. Desde mi asiento, miré el teléfono blanco de la pared, pero no me atreví a llamarlo.

Entonces… el teléfono sonó. Al no tener opción, atendí la llamada.

—¿Hola, casa Son?

—¡Hola! —dijo Trunks. Parecía que le faltaba el aire.

—¡Ah, Trunks! Justo estaba pensando en ti… —Hice una mueca, ¿era necesario decir eso?—. ¿Cómo estás? 

—Estoy bien… —seguía hablando como si estuviera apurado.

—¿Y tu resfrío? Suenas raro.

—Todavía estoy resfriado… —Se rió incómodamente—. Oye, ¿quieres hacer algo hoy?

Levanté las cejas con sorpresa. ¡Estaba sobrepasando tanto invitarlo a alguna parte y él terminó invitándome primero!

—¡Claro! Ya sé dónde podríamos ir, ¿tú tenías pensado algo?

—Ah… no, dime tú.

Le expliqué que había encontrado aquel restaurante que me gustaba, pero me salté todos los recuerdos que tenía ahí con él. No quería dar vergüenza ajena. Él me dijo que nos veríamos allí, así que me preparé para irme.

Mi madre me miró con sospecha y curiosidad mientras me peinaba.

—¿Tienes una cita? —preguntó con una pequeña sonrisa.

Sentí un poco de calor en las mejillas.

—No, no, solamente voy a verme con Trunks.

Levantó una ceja.

—¿Entonces por qué te preparas tanto…?

Miré a mi mamá, y luego miré el desastre que había hecho en mi armario al buscar la ropa perfecta para ponerme.

—No… no me estoy ‘preparando tanto’. Es normal, mamá. Así… así es ahora. 

—Claaro…

Tomé toda la ropa que había tirado en el sofá y la metí de vuelta al armario en una bola que definitivamente se caería en mi cara cuando lo abriera de nuevo. Mi madre cerró los puños y apretó las cejas con indignación.

—¡No lo dejes tan desordenado!

Reí mientras me dirigía a la puerta, feliz de ver energía en mi madre otra vez.

—¡No te preocupes! Lo ordenaré cuando vuelva, ¡adiós!

Mi madre vio cómo me iba volando desde la puerta, moviendo los puños en el aire. Ah, como la quería.

***

Trunks y yo nos encontramos frente al restaurante, y apenas lo vi, supe que algo andaba mal. Su ki se había debilitado y estaba pálido, su respiración era pesada y su cabello estaba algo despeinado.

—Hola… —dijo.

—Hola, ¿estás bien?

—Sí, sí, como dije… solamente estoy algo resfriado —respondió, forzando una sonrisa. 

Odiaba esa frase. La odiaba. Trunks notó mi seriedad y agregó:

—No te preocupes, en serio. Vamos, entremos.

Intenté ignorar el miedo frío que crecía en mi pecho, pero seguía ahí mientras pasábamos por la puerta de madera del restaurante, que intencionalmente tenía una estética algo medieval.

***

La comida llegó rápido, como siempre, pedimos un banquete completo para ambos, y mientras comíamos, brevemente Trunks pareció olvidar su malestar. Hablamos de trivialidades, las reconstrucciones, cómo íbamos en nuestro entrenamiento (ninguno de los dos estábamos entrenando lo suficiente), lo que yo pensaba estudiar cuando la universidad esté lista para abrir y lo gracioso que era ver a Bulma y Vegeta juntos una vez más.

Por un momento, todo estuvo bien, y tuve la misma sensación que en mi cumpleaños de hace tanto tiempo, la alegría cuando perseguía a Trunks por toda la casa para ganar el juego, o cuando le mostré con orgullo la carta que me había regalado y mi madre la colgó en la heladera…

Pero entonces… Trunks tosió. Una tos fea, de esas que solo con escucharla sabes cuánto duele. Se quedó sin aire, lo que hizo que tosiera aún más y se agarrara fuertemente de la mesa. 

De inmediato, dejé el vaso del que estaba tomando y puse mis manos sobre sus hombros, él estaba temblando de tanto toser, cerrando los ojos con fuerza. 

—¡Trunks! ¿Trunks, estás bien?

Por un momento, pensé que quizás se había atragantado con la comida o algo, pero entonces sus párpados se humedecieron por cerrar los ojos con tanta fuerza y por el dolor, su cara se puso roja y…

Una gota de sangre bajó por sus labios…

En ese momento, todo se detuvo para mí. Trunks dejó de toser y respiró, se limpió la boca.

—Ya estoy bien… ¿Gohan?

—Estabas sangrando —dije en voz baja, serio. 

Trunks me miró en silencio por un momento, más preocupado por mí que por él.

—Estoy bien.

—No, no lo estás —Mi voz tembló por el nudo en mi garganta.

Esto no estaba pasando de nuevo.

¿Iba a pasar de nuevo? 

No iba a dejar que pase de nuevo.

Me levanté de la mesa con brusquedad. Las personas sentadas alrededor de nosotros nos miraron.

—Yo pago, solo vámonos de aquí rápido, tenemos que llevarte con un doctor.

—No… Gohan, siéntate, estoy bien…

—¡No es cierto! —dije con más volumen del que quería—. No es cierto… ¡Estás pálido, respiras mal, te sale sangre de la boca! ¡Tenemos que resolver lo que te pasa antes de que…!

Me interrumpí a mi mismo, e intenté respirar sin pánico, pero no lo logré. Trunks aún estaba sentado, jugando con sus manos, no sabía qué decirme.

—¿Antes de qué?

—De que mueras. Prefiero volver a morir yo antes de que te pase algo a ti.

Trunks me miró con sorpresa.

—Siéntate, y… y te explicaré.

Eso hice. Estaba sudando, por los nervios y por la vergüenza.

—Cuando fui a Nuevo Namek, pesqué una enfermedad de ahí. Pero mi madre me hizo un tratamiento cuya eficiencia ya fue probada, así que aunque me veo mal ahora, es seguro que estaré bien. No sé si recuerdas… que cuando fuimos a mi cuarto la semana pasada, estaba guardando una cosa en mi mesita de luz…

Ah, tenía una especie de caja blanca en su cuarto…

—¿Era medicina?

—Ajá. 

—¿Y por qué no me dijiste antes?

—No quería preocuparte… pero veo que me salió al revés. Lo siento.

Suspiré, ahora más tranquilo.

—Yo también lo siento… Quería que la pasemos bien hoy, pero te hice pasar un mal momento.

Trunks me sonrió de lado.

—Bueno, ahora estamos a mano. Yo, en la sala de cine, tú aquí…

Me reí, rascándome el cuello.

—Ay, es cierto. Se ve que todas nuestras citas son un desastre.

Pasaron unos segundos, y luego me di cuenta de lo que dije. 

Citas.

Trunks me miró.

Yo lo miré a él.

Ay no… 

Entonces… Trunks volvió a sonreír y tomó un sorbo de su agua.

—Sí, pero después de ese momento malo, me debes uno bueno, ¿no?

Sonreí, y me rasqué la cara para que no se note tanto lo rojo que estaba.

Quizá mi madre tenía razón.

Capítulo 9

‘La verdadera fuerza yace en la verdad. Equilibra la balanza de emociones’. Esa era la frase que vi en la maceta de la flor de Trunks… la que solo yo pude leer. Esa magia extraña, lo que sea que fuera, tenía ese mensaje para mí.

Yo siempre pensé que ser fuerte significaba tener fuerza bruta, ocultar mis debilidades, ocultar lo que sentía. Como cuando de niño quise festejar mi cumpleaños en este mismo restaurante en el que Trunks y yo estábamos teniendo esta… ‘cita’ ahora.

Aunque aferrarme a aquella fuerza solo me hacía sentir miserable. Paradójicamente, ocultar mis debilidades y lo que sentía hacía que me sintiera más débil que nunca. Quizá esa era la verdad que debía ver, que la fuerza se trataba de otras cosas.

Cuando yo estaba con las personas que amaba, cuando estaba con Trunks, era cuando realmente me sentía como alguien fuerte. No cuando luchaba a muerte. No cuando me sacrificaba.

La fuerza estaba aquí, en cómo Trunks me sonreía, en cómo podía ser yo mismo con él. En cómo nuestra amistad soportó el peor infierno, la mismísima muerte hasta que…

Hasta que dejó de ser solo amistad.

Trunks había cambiado mucho desde que lo conocí, desde que él era solo mi alumno. Solía ser algo tímido, algo inseguro. Sin embargo, algo que nunca cambió en él fue su determinación, la cuál siempre tuvo. Por la forma en la que hablaba, sabía que Trunks estaba determinado a obtener algo este día. Yo no estaba seguro de qué. Pero creo que yo quería lo mismo.

¿Así que le debía un buen momento?

Apenas Trunks dijo eso, yo le habría robado un beso en ese mismo momento, pero una parte de mí tenía miedo. Vergüenza.

¿Quién era yo para querer tener un lugar tan importante en su vida después de haberle fallado tan terriblemente en el pasado…?

Eventualmente, Trunks y yo nos cansamos de comer y decidimos que ya era hora de irnos del restaurante. Él pagó y nos levantamos de la mesa, luego fuimos a la puerta. Yo aún pensaba en eso, en la palabra que se me salió y en cómo a Trunks no le molestó.

—¿Qué quieres hacer ahora? —me preguntó.

—¿Quieres que caminemos un rato?

Trunks asintió, con una sonrisa cansada. Sus párpados estaban más oscuros. Sus ojos aún brillaban. 

Salimos del restaurante y empezamos a caminar por la vereda, la cuál estaba iluminada por luces de hadas. Toda la ciudad estaba de fiesta desde hace días al haber sido reconstruida. Miré hacia arriba, hacia ellas y el cielo que ya se había tornado naranja, luego miré a Trunks. 

No planeaba decírselo antes, pero quería ser honesto con él.

—Oye… ¿Recuerdas cuando fuimos a ese mismo restaurante de niños? —pregunté, sin dejar de caminar.

La boca de Trunks se quedó entreabierta por un momento mientras pensaba.

—¿En tu cumpleaños, no?

Sonreí, feliz de que no se le haya olvidado.

—¡Sí! Sabes… La verdad la estaba pasando muy mal… hasta que apareciste tú. La carta que me diste… yo la guardé con orgullo por bastante tiempo. Fue el mejor regalo que me podrían haber dado.

Trunks sonrió un poco, algo avergonzado.

—¿En serio? Solo eran unos dibujos feos… aunque a decir verdad, me tomaron como una hora.

—Ja, pues a mí me parecieron muy bonitos.

—Es bueno escucharlo. —Trunks dejó de mirarme y entrecerró los ojos un momento, pensativo. Luego dijo—: Ah, y Gohan… ¿Estabas hablando en serio hace rato, cuando dijiste lo de…?

—…Lo de que lo de hoy fue una cita.

—Ajá.

Me quedé en silencio un momento. Lo que respondiera a su duda podría cambiar todo entre nosotros. Y él me estaba mirando como si quisiera que pase eso mismo.

—Sí, pero… 

Él me miró intensamente, esperando a que termine de hablar como si fuera el único sonido en el mundo.

—Pero… fue sin querer. No te lo tomes en serio. No sí no quieres. Yo… no quiero ser raro y…

Los ojos de Trunks se abrieron y él casi se tropezó al no ver un escalón mientras caminábamos, por haberse quedado mirándome en shock.

—Trunks, ten cuidado con-

Trunks rápidamente se puso derecho de nuevo y dejó de caminar, poniéndose frente a mí para que yo también me detuviera. 

—¿Trunks…?

Él puso sus manos en el cuello de mi camisa y me acercó a él. Nuestros ojos se encontraron, él nunca había estado tan cerca de mí. Se veía nervioso, desesperado. Como si esto fuera una situación de vida o muerte. Antes de que la sangre me termine de llegar a la cara, Trunks cerró la distancia entre nosotros y puso sus labios sobre los míos, ahí, en el medio de la vereda. 

Tenían un sabor… metálico. Parecía haber estado sangrando por mucho más tiempo de lo que me demostró.

No podía creer lo que pasaba. Me quedé congelado por un momento, y luego, puse mis manos en su cabello y lo besé también. 

Él me besaba con fuerza, demasiada. Luego simplemente me soltó.

Nos miramos. Él se veía igual de enfermo.

—No funcionó —murmuró, con sus pupilas moviéndose a todas partes con confusión, con miedo—. ¿Por qué eso no funcionó?

—¿De qué hablas? 

—Nada. Nada… debo irme. 

Trunks empezó a caminar rápidamente, y yo lo seguí.

—¿A dónde vas? Pero- por qué- ¿De qué hablas? ¿Por qué hiciste eso? Espera…

Trunks dejó de caminar al escucharme. Me dio la espalda por un momento, y luego se volvió hacia mí, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—Porque no quiero morir.

Lo dijo tan suavemente. Rindiéndose. Mi estómago se congeló.

—¿Morir? Dijiste que estarías bien.

Trunks se quedó en silencio, pero por su expresión, parecía que tenía mil pensamientos en la cabeza al mismo tiempo.

—Yo… —dijo con la voz quebrada—. La verdad no sé si lo estaré… se supone que si hacía que te enamores de mí… yo iba a sobrevivir, pero…

Tosió. Y tosió. Y luego tosió más.

Me di cuenta de lo que estaba pasando en ese momento.

Trunks tenía Hanahaki, la misma enfermedad que Bulma había tenido por Vegeta cuando yo era niño… y era todo mi culpa.

Pero no lo entendía... Por lo que aprendí de Bulma, Hanahaki se curó cuando el amor no correspondido fue correspondido. Y yo amaba profundamente a Trunks.

Entonces ¿por qué seguía enfermo?

Aunque… El planeta al que fue era Nuevo Namek. Era un planeta similar al original, no el mismo. Quizás, durante todo este tiempo, padeció una enfermedad similar al Hanahaki… que, sin embargo, no le afectaba de la misma manera.

Y ahora, teníamos que encontrar la verdadera cura antes de que fuera demasiado tarde.

Capítulo 10

Trunks se retorcía de dolor al toser tanto, sus labios chorreaban sangre y de ellos caían pétalos cristalinos iguales a los de la flor que me mostró. Su ki… se estaba debilitando. Recordé todas las veces que los androides atacaron, como podía sentir a todos los ki de las personas inocentes derrumbándose como los edificios.

Estaba muriendo frente a mí.

Me acerqué a Trunks y lo levanté de la vereda, para llevarlo volando en mis brazos a buscar ayuda, para que no tenga que gastar la poca energía que le quedaba.

No sabía bien qué hacer, ni a dónde ir. Las esferas del Dragón no podían curar enfermedades. ¿Qué se supone que debía hacer?

Decidí ir a buscar a Bulma, ya que ella le había hecho un tratamiento. Volé a toda velocidad y vi como los ojos de Trunks se cerraban, él se esforzaba por no desmayarse.

—Ya casi llegamos. Aguanta… por favor.

Trunks murmuró algo que no pude comprender.

***

Llegamos a Corporación Cápsula en cuestión de minutos. 

—¡Bulma! ¡Vegeta! ¡Alguien! —exclamé mientras entraba—. ¡Es Trunks! ¡Está muy enfermo!

Bulma y Vegeta aparecieron inmediatamente, Bulma se llevó la mano a la boca con preocupación y corrió hacia Trunks. Vegeta se quedó mirándolo fijamente, como si estuviera teniendo terribles recuerdos del pasado.

—¡Idiota! ¡Solo demuestra que lo amas! —dijo Vegeta.

—¡Ya hice eso! —dije con la voz temblorosa. Las lágrimas caían por mi rostro.

—¿Qué…? ¿Y no se curó?

—No…

—Rápido, vamos al laboratorio. Estarás bien, hijo. Aguanta… —dijo Bulma.

***

Fuimos al laboratorio y colocamos a Trunks sobre una cama. Su boca y el cuello de su camisa estaban teñidos de rojo, las flores en su garganta hacían que su respiración salga con un silbido. Cerraba los ojos con fuerza, con dolor. 

—¿Qué hacemos? —preguntó Vegeta.

Bulma pensó por un momento.

—No tenemos más opción que quitarle las flores con nanorobots…

—¡Pero si haces eso, él nunca volverá a ser el mismo! —exclamó Vegeta.

—¡Es mejor eso a que muera! —respondió, con lágrimas en los ojos. 

Abrió un cajón y sacó una cápsula, la abrió, y de entre el humo salió una pequeña caja de nanorobots.

—¿De qué hablan? ¿Qué van a hacer? —pregunté.

Me explicaron que insertarían esos nanorobots en la garganta de Trunks para que quiten las esporas del… ‘Hanahaki’ y las flores que crecieron dentro de él… pero eso podría tener terribles efectos secundarios. Podría afectar su ki emocional permanentemente, y él nunca volvería a amar.

Sabíamos que era una decisión muy difícil. Pero no queríamos que muriera…

Trunks abrió los ojos al escuchar eso. 

—Mamá…

—Trunks… ¿Quieres la cirugía?

Trunks nos miró a los tres con mil emociones en los ojos. Con miedo. Con tristeza. Con amor. Quizá sería la última vez que sentiría eso último.

Asintió.

—Sí… es necesario que… viva para proteger el mundo… —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Pero quiero que sepan… que los amo mucho.

—Nosotros también te amamos —dijo Bulma.

Vegeta se cruzó de brazos. Seguía frunciendo el ceño como siempre, pero no tanto.

—Ella dice la verdad —dijo.

—También te amo, Trunks —respondí al final.

Bulma empezó a preparar las cosas para la cirugía… pero Vegeta y yo nos miramos al mismo tiempo al notar que el ki de Trunks se estaba debilitando aún más rápidamente.

—El niño está muriendo. Ni los humanos más débiles tienen un ki tan bajo.

—Ya… ya está todo listo. Trunks, bebe esto.

Bulma le dio una pequeña botella de agua que contenía los nanorobots, y Trunks bebió de ella con dificultad.

—Debemos esperar a que actúen. No tardarán mucho. 

Los tres nos sentamos alrededor de Trunks. Bulma tomó su mano, y yo pasé mi mano por su cabello. Dolía tanto verlo sufrir de este modo.

—Estarás bien —dije—. Estoy aquí. Nada volverá a separarnos de nuevo…

—Yo… —Apretó las cejas con tristeza—. Yo… realmente… intenté que eso fuera cierto.

Y entonces… como una vela que se derritió por completo…

El ki de Trunks desapareció.

—¿Trunks? —dijo Bulma—. Hijo. Hijo, por favor. No cierres los ojos. 

Su voz se quebró, y siguió rogando que Trunks despertara hasta que sus palabras fueron incomprensibles. Me recordó a mi propia madre en el momento en el que…

No. No era lo mismo. Trunks… no había muerto.

¿No estaba muerto, verdad? Eso no podría estar pasando.

Él era el más fuerte… esto no lo mataría…

El Hanahaki era curado con el amor correspondido. Y yo amaba a Trunks. Así que él estaría bien. ¡Estaría bien! ¿Verdad?

—¡Trunks! ¡Despierta! —exclamé.

—¡Niño, ya déjate de tonterías! ¡Esos robots te quitarán las flores! ¡No te rindas ahora! —rogó Vegeta.

Trunks había dejado de moverse. Ya no estaba tenso, como si el alma ya se le hubiera salido del cuerpo.

—Trunks… —Lo abracé, llorando—. Trunks, ¡por favor! Te amo… por favor, por favor no nos dejes.

Vegeta se quedó en silencio.

—Ya es tarde. Ya se ha ido.

—¡Cállate! —exclamó Bulma—. ¡Ya se lo quitarán! ¡Se lo quitarán! 

Bulma se puso las manos en la cara y empezó a llorar. Vegeta la abrazó.

Él tenía razón… Trunks ya no respiraba.

Había fallado otra vez.

***

Trunks POV

Desperté en el suelo. Al abrir los ojos, vi un cielo celeste y naranja, estaba amaneciendo.

Me senté en el suelo. Ya no me sentía débil, podía inhalar y exhalar tan profundamente como quería sin que me doliera. Me toqué la boca y mis dedos no salieron con sangre esta vez.

Recordé las últimas palabras que había escuchado.

‘Estarás bien. Estoy aquí. Nada volverá a separarnos de nuevo.’

Entonces… me di cuenta de lo que estaba pasando. Yo había muerto. ¿Acaso este era el Cielo? 

Miré a mi alrededor. Estaba en un campo verde rodeado de colinas, un campo infinito. Un campo lleno de flores Raunuka. Apreté la mandíbula y las pisé. Esas malditas flores me habían quitado todo.

—¡Maldita sea! —grité. Mi voz hacía eco y no parecía venir de mí—. ¿Por qué? Por qué…

Empecé a llorar. Nada de lo que hiciera ahora podría cambiar lo que pasó. Había hecho todo para poder salvar al mundo, y ni siquiera podía vivir en él. ¿Qué pasaría con mi familia? ¿Estarían bien?

Y Gohan… ¿qué pasaría con él? No debí besarlo. No debí dejarle ese recuerdo amargo antes de irme.

Caí de rodillas sobre las flores. Horribles y estúpidas flores. Después de un largo rato llorando así, miré a mi alrededor otra vez, pensando qué diablos haría ahora.

A lo lejos… Vi un árbol con dos hamacas. Había dos adolescentes balanceándose en ellos.

Me levanté y caminé hacia ellos.

—¿Hola? ¿Saben como salir de aquí?

Pero mientras más me acercaba, ellos se alejaban más, como si estuviera caminando hacía la otra dirección. Así que solo me quedó la imagen de ellos. 

Eran dos niños idénticos el uno al otro, pero el niño tenía cabello y ropa negra, y la niña, cabello rubio y ropa azul. Dejaron de balancearse lentamente y me miraron. Reconocería esos ojos celestes en cualquier parte…

Retrocedí de miedo al reconocerlos.

Eran los Androides 17 y 18, pero se veían… más jóvenes. 

Humanos.

Entonces alguien puso su mano en su hombro y me estremecí, luego me di la vuelta para ver quién era. Un gi naranja… un loco cabello negro… 

—¿S-señor Goku? —exclamé.

Él me sonrió con serenidad.

—Sí, soy yo. Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? La última vez que te vi fue cuando eras solo un bebé.

—Sí… —mire hacia abajo—. Si usted está aquí… eso significa que realmente estoy muerto. Aunque no comprendo por qué los androides están aquí también, ellos no tienen almas, ¡y deberían ir al infierno?

Goku río suavemente.

—Te equivocas en ambas cosas Trunks. No es tu hora todavía… 

—¿En serio?

Goku asintió.

—Así es. Y los androides sí tuvieron almas. No nacieron como robots, ni para destruir. Por eso estoy aquí, para explicarte la verdad de todo lo que pasó… de por qué el mundo fue destruido. 

—Y después de que sepa la verdad… ¿podré regresar a la vida?

—¡Exacto! Así que no te preocupes.

Sonreí, aliviado. Pero estaba bastante asustado por todo.

—Vamos. Te contaré todo.

El lugar a nuestro alrededor cambió. De repente… estábamos en la casa de Gohan, pero se veía diferente. Los muebles que yo veía desgastados estaban nuevos. Estábamos en el pasado.

Seguí a Goku mientras me guiaba por la casa. Él tenía un aura brillante alrededor de él, y me di cuenta de que yo también al mirar mis pies. Éramos como fantasmas.

Caminamos hasta llegar a la sala de la casa de Gohan, y vimos que Milk estaba sentada sola allí. Tenía una mano en el rostro, y parecía estar pensando en algo.

—Seguro que ya conoces a Milk. Ella era mi esposa… y así estaba en el año que yo pasé en el planeta Yadrat, después de derrotar a Freezer. Pasó ese año sin verme, solo con Gohan. 

Mientras escuchaba la explicación de Goku, noté que había una flor en la mesa. Era una flor normal, pero algunos de sus pétalos… se habían vuelto transparentes.

—Cuando fui a Namek, a mí también me dio Hanahaki. Cuando volví a la Tierra, Milk ya se había acostumbrado a mi ausencia. Ya no me amaba… debes saber lo que eso significa.

—Acaso… ¿acaso la enfermedad que te mató fue…?

Goku asintió con una sonrisa triste, pero de aceptación.

—Así es. El amor es como una planta, ¿sabes? Una vez que crece, seguirá igual de alta. Pero eso no significa que debas dejar de cuidarlo. —Goku miró a la Milk del pasado—. Yo nunca la culpé por lo que le pasó a la Tierra después de mi muerte. Pero ella sabía por qué me había enfermado, y nunca dejó de culparse. Se dejó caer en la tristeza pensando que eso era lo único que se merecía. Lo cuál no es cierto. 

—Tienes razón.

—Yo no puedo decirle eso porque estoy aquí, pero realmente necesita escucharlo. Cuando vuelvas a la vida, ¿podrías decírselo?

Asentí.

—Por supuesto.

Goku me sonrió. Después, el escenario frente a nosotros volvió a cambiar.

Estábamos en un lugar completamente desconocido para mí. Una pequeña casa que sin embargo estaba llena de vida. Tenía juguetes tirados por todas partes, paredes pintadas con crayones, dibujos pegados en la heladera… Había una mujer que parecía ser madre de unos niños según lo que había a su alrededor. Estaba leyendo mientras tarareaba. Pero más que parecer tranquila por eso, era como si se estuviera forzando a mantener la calma. Se notaba su verdadero nerviosismo en el modo en el que miraba su reloj de muñeca a cada rato.

—Ya deberían haber vuelto —murmuró la mujer de cabello negro.

—No seas paranoica, deben estar hablando con los hijos de los vecinos —dijo un hombre de cabello rubio—. Ya volverán.

—Los Androides 17 y 18 fueron humanos una vez. 

Me quedé mirando la escena en shock. Así que ellos eran los padres de los androides…

—Se llamaban Lapis y Lazuli. Gemelos. Pero un día… fueron secuestrados.

La escena cambió, ahora estábamos en una calle oscura. Lapis y Lazuli corrían, tomándose de las manos.

—¡Ya casi llegamos a casa! —dijo Lapis, intentando consolar a Lazuli.

—No… no creo que lleguemos…

Unos hombres de vestimenta militar con un emblema con dos R’s obstruyeron el camino de los niños.

—¡Ustedes vendrán con nosotros! El doctor necesita alguien con quién experimentar.

—¡No! ¡Por favor! ¡Queremos ir a casa!

Pero los hombres de Red Ribbon no los escucharon. Los noquearon y se los llevaron como si no fueran nada.

De repente, Goku y yo estábamos en el laboratorio del Doctor Gero.

Los niños se habían convertido en los androides sanguinarios que yo conocí.

—El Doctor Gero creó a esos androides para matarlo a usted, ¿verdad? —le pregunté a Goku.

—Así es. Le arrebató la vida a esos niños para intentar arrebatarme la mía… sin saber que yo ya estaba muriendo de Hanahaki. Ellos no pudieron acabar conmigo por eso. El Doctor Gero no había programado qué debían hacer los androides si llegara a ocurrir una situación así. Así que por ese error de programación… ellos no supieron cómo seguir con la existencia que les habían forzado. Perdieron todo propósito, y…

Estábamos en un mundo destruido. En una ciudad en llamas.

—Pasó lo que pasó. Los padres de Lapis y Lazuli nunca volvieron a ver a sus hijos. No hasta que ellos volvieron como androides y los mataron, sin reconocerlos. El doctor les sacó toda la humanidad.

Me quedé en silencio. Yo siempre había pensado que los androides eran maldad pura, pero en algún momento, fueron niños asustados como yo.

—El amor es como una planta, y cuando no la cuidas, algo más puede crecer… la crueldad. Y un mundo lleno de crueldad se destruye a sí mismo. Esto es algo que nunca debes olvidar, Trunks… —Goku me miró—. Un guerrero no solo debe ser fuerte en batalla. Debe saber cómo amar. Debe saber cómo parar la crueldad… porque eso, y la falta de empatía, son lo que ya destruyó la Tierra, y podría destruirla otra vez.

Asentí con seriedad.

—Entiendo. Así que esa es la verdad que la flor Raunuka quería mostrarme… Muchas gracias, señor Goku.

Volvimos al lugar en el que me desperté: el campo de flores Raunuka. A lo lejos, aún podía ver a Lapis y Lazuli. Miré a Goku.

—Ve con ellos.

Eso hice. Esta vez, cuando caminaba hacia ellos, si lograba acercarme. Ellos me miraron con tristeza. Hice una reverencia para saludarlos.

—Hola… 

—Hola, Trunks. Lo sentimos… perdón por todo lo que hicimos. Nuestras almas no estaban al mando de nuestros propios cuerpos… solo nuestra programación —dijo Lazuli.

—Sé que nada podrá eliminar el dolor del daño de lo que hicimos… pero estamos felices de que al menos pudiste reconstruir lo que rompimos —concluyó Lapis.

Sonreí, con un nudo en la garganta.

—Está bien. Lamento que ustedes hayan perdido sus vidas normales. Yo… los perdono.

Los gemelos me sonrieron. Entonces, empezaron a brillar y a desvanecerse. Sus almas por fin podrían descansar…

Las hamacas en las que estaban sentados quedaron vacías, y ellos se convirtieron en una flor de un color azul intenso. Con cuidado, la tomé con mis manos y la miré. Era hermosa.

Tenía el aroma de cada cosa bonita en la Tierra, cada momento feliz, cada lucha ganada.

Sonreí, con lágrimas en los ojos, y al ver una sombra en el césped, vi que Goku estaba frente a mí. Lo miré.

—Ya es hora de que vuelvas a tu hogar. 

—De acuerdo. Fue un gusto conocerlo, señor Goku.

Goku me sonrió, y puso su mano en mi hombro. Su mano empezó a brillar, y todo empezó a verse borroso. Mi alma lentamente estaba regresando a mi cuerpo.

—Lo mismo digo. Dile a mi familia y a mis amigos que los quiero.

***

Gohan POV

Trunks seguía sin moverse, y yo seguía abrazándolo, sin dejar de llorar ni por un momento. Entonces… sentí a Trunks respirar. Me quedé quieto para ver si era real o si lo había imaginado.

Entonces, Trunks inhaló fuertemente y se sentó de golpe. Se puso la mano en el pecho, y todos los pétalos que tenía en la boca se convirtieron en polvo brillante y desaparecieron.

—¡Trunks! —exclamamos todos—. ¡Estás vivo!

Trunks también estaba llorando.

—¡Estoy vivo! —dijo con alegría, y luego hizo una mueca—. Mamá, ¿qué me diste?

—Te había dado los nanorobots…

Se tocó la garganta.

—Eugh. Se siente raro. 

—Solo vomitalos o algo —sugirió Vegeta.

—Chicos… cuando estaba del otro lado, hablé con Goku. Él me dijo la verdad sobre todo…

—¿En serio? ¿Qué te dijo? —pregunté.

—Primero, creo que deberías decirle a tu mamá y a los demás que vengan aquí.

***

Más tarde, todos estábamos reunidos alrededor de Trunks. Él nos contó que Goku había muerto de Hanahaki, y que los androides eran unos adolescentes que fueron secuestrados por el Doctor Gero y que se convirtieron en esos monstruos por un error de programación.

—No debemos dejar que la crueldad vuelva a crecer de ese modo en esta nueva Tierra jamás —dijo Trunks con determinación—. Y lo último que dijo el señor Goku fue… que los quería.

Mi madre, Piccoro, Vegeta, Bulma y yo sonreímos.

—Y a usted, señora Son… le dijo que nada de lo que pasó fue su culpa.

Milk se sorbió los mocos. Sus ojos brillaron como nunca, como si ella también hubiera muerto y revivido.

—Oh, Goku… —Sonrió—. No sabes cuán tranquila me hace sentir que él haya dicho eso.

—Mamá…

Le di un abrazo a mi madre. Por fin íbamos a estar bien… aunque las cosas no serían lo mismo que antes. Pero encontraríamos una nueva forma de ser felices… rodeados de nuestros seres queridos, sin tener que luchar hasta la muerte. Ya no más.

***

Ahora que Trunks estaba bien, todos salimos del laboratorio. Sin embargo, Trunks se quedó atrás un momento, ya que se estaba limpiando la sangre de la ropa. Yo lo esperé en la puerta hasta que salió.

Nos miramos con una sonrisa.

—Así que… ¿Nada volverá a separarnos de nuevo? —preguntó, sonrojándose.

—Nada —respondí, y entrelace sus dedos con los míos—. Te amo, Trunks.

—Y yo a ti.

Volvió a besarme, pero no con miedo, no para sobrevivir. Fue un beso suave, con seguridad. Cuando nos separamos, puse mi frente sobre la suya, solo sintiendo su presencia por un rato más.

Si este iba a ser el resto de mi vida, entonces todo el dolor valió la pena.

***

Flores de color azul profundo y flores de Raunuka crecieron en el jardín de Corporación Cápsula, donde celebraríamos mi cumpleaños… el primero en mucho tiempo que no ocurría en medio de la destrucción.