El palacio donde los ángeles y los dioses de la destrucción se reunían era bastante hermoso, para ser honestos. Mientras caminaba, Trunks podía ver su reflejo en el piso de cristal pulido, que tenía gemas rojas en las esquinas de las baldosas. ¿Quién sabe de qué planetas podrían haber tomado los materiales para crear semejante belleza? Después de haber sido elegido, Trunks ahora tenía conocimiento de los cientos de millones de planetas insignificantes que existían, por lo que sería imposible encontrar una respuesta a tal detalle.
Trunks dejó de caminar entonces y se apoyó en la barandilla de uno de los largos pasillos fuera de la sala de reuniones, con la intención de observar el atardecer a través de los arcos: era un punto de vista inimaginablemente alto. Afuera, podía ver el otro lado del palacio, idéntico al en que él estaba, como otro reflejo más, y el patio interior con hierba azul y pequeños árboles, cada uno más extraño que el anterior.
Trunks también era un reflejo, en el sentido de que un espejo refleja las cosas al revés cuando lo miras. En el sentido de ser una contradicción. Trunks era un ángel inmortal y un ex-mortal. Su cuerpo ya no era el mismo, ni tampoco su ki, aunque lucía igual que siempre. Trunks era parte del equilibrio entre la vida y la muerte en el universo, pero no podía experimentar su propia existencia en su máximo potencial. Era un ser divino y un hombre enamorado.
La reunión aún no había comenzado. Todos los demás estaban ocupados comiendo delicias de sus diversos universos. Pero Trunks no estaba interesado, ya no tenía el apetito de un saiyajin. Además, todo esto de la inmortalidad hacía que su estómago se revolviera. Ya ni siquiera necesitaba tener uno.
Llevaba su atuendo angelical, que encontraba bastante molesto, por blasfemo que sonara. Pensaba que con el tiempo se acostumbraría, solo eran sus primeros días en su nuevo papel divino, pero la verdad era que esos zapatos largos y el bastón que debía llevar a todas partes eran una gran molestia. Prefería llevar su espada y ropa desgastada, y parecer un mortal más. Pero cuando el más poderoso de todos lo eligió, junto con su dios de la destrucción, dejó de serlo. No fue su elección.
Trunks apoyó el codo en la barandilla del pasillo que daba al patio, con el rostro sobre su mano. ¿Qué estaría haciendo su familia en la Tierra en ese momento? Considerando todo lo que había cambiado, ¿aún podía referirse a ellos como tal?
No importaba. ¡No importaba! Trunks no debería pensar en esas cosas. El último inmortal que cuestionó las cosas fue Zamasu, ¡y sabía perfectamente cómo había terminado ese pequeño desliz! De hecho, la manera en que Trunks lo enfrentó fue uno de los eventos que llamó la atención de los dioses cuando comenzaron a buscar un sucesor para Bills y Whis.
Trunks no podía protestar, ¿verdad? Tenía reglas que seguir o corría el riesgo de ser borrado. Y ya estaba rompiendo bastantes con—
Escuchó algo volando a gran velocidad hacia él. En menos de un segundo, estaba frente a él, flotando y apoyado en el otro lado de la barandilla. Era Gohan… el dios de la destrucción. Si Gohan fuera un extraño, y Trunks solo conociera la expresión inocente en su rostro, sin las cicatrices que lo cruzaban como al del Gohan de su realidad, no podría adivinar su papel en el universo. ¡Sería impensable! Sin embargo, sabía que Gohan… en el fondo, era una bestia. ¿Quién podría explicar por qué la destrucción le salía tan naturalmente?
Esa era una pregunta en la que Gohan tampoco había querido ahondar antes. Pero él también tenía órdenes que seguir. Sabían que no respetaban todas . No, había una de la que se reían. Pero había otras de las que no podían escapar.
—Ey, ¿qué tal? —preguntó Gohan—. ¿Tú también estás aburrido?
—Sí… estaba pensando que deberíamos visitar la Tierra otra vez algún día.
Gohan asintió y miró hacia el mismo atardecer que Trunks.
—Pase lo que pase, sigue siendo nuestro hogar, ¿no? Y ese de ahí no es nuestro sol.
De cualquier manera, solo con escuchar la voz de Gohan por un momento, Trunks comenzaba a brillar como ese sol. Gohan mismo era como si una parte del planeta Tierra estuviera con él. Como una gema que siempre llevaría cerca de su corazón. Un recordatorio de dónde venía.
Por mucho que hubiera cambiado, solo un lugar aparecería en su mente si le dijeran que imaginara su origen. Ambos estaban muy lejos de allí, pero también muy cerca. Junto a él, Trunks sentía la seguridad de poder hablar como si estuviera en ese rincón del multiverso.
—Eso me recuerda, no sabes lo incómoda que es esta ropa. Es muy calurosa, y ese sol brilla demasiado. Aunque es una estrella bonita… así que…
—¿Te molesta? ¿Quieres que lo borre? —bromeó Gohan. Sí, estaba imaginando el mismo lugar que él.
A Trunks se le salió un breve ¡ja!
—¿Y que te borren a ti destruir algo innecesario? Claro que no.
Gohan sonrió. Sus pupilas eran rojas como la sangre para los demás, y sus ojos, feroces, pero para Trunks eran rojas como frutillas, y esos ojos solo mostraban lo que quedaba de sus días como algo cercano a humanos.
—¿Algo innecesario? —lo examinó con la mirada mientras trataba de idear alguna broma—. ¿Cuenta tu ropa? Sabes, si no tuvieras ese atuendo, ¡Igual pensaría que eres un ángel!
Trunks puso los ojos en blanco, fingiendo que el cumplido no le había parecido para nada tierno. Le dio un ligero golpe en el hombro a Gohan.
—Shh. Si alguien se entera de que rompemos las reglas de profesionalismo entre dioses y ángeles… moriremos. —Trunks le sonrió—. En cuanto a tu pregunta… bueno, no, no me molestaría que borraras mi…
Ambos escucharon el tap tap tap de los zapatos de un ángel viniendo de un lado del pasillo. De pie en la luz anaranjada que entraba por el arco detrás de él, la sombra de Daishinkan se extendió por el suelo. Trunks y Gohan se congelaron y rápidamente se alejaron el uno del otro. Daishinkan simplemente les sonrió.
—La reunión está a punto de comenzar. Por favor, pasen al salón del palacio.
—¡Sí, señor! —dijeron Gohan y Trunks al unísono.
—Y por favor —añadió mientras se daba la vuelta para irse—, guarden sus asuntos personales para cuando nadie pueda oírlos.
Al escuchar eso, el color desapareció de sus rostros. ¿¡Él lo sabía!?
—¡Ah! Sí, señor.
Después de eso, Daishinkan se marchó, y Gohan saltó la barandilla para ponerse de pie junto a Trunks. Ambos caminaron juntos con la debida elegancia pero… al acercarse a su destino, no pudieron evitar reírse silenciosamente mientras intercambiaban una mirada.
Los más poderosos parecían conscientes de que Gohan y Trunks tenían una relación que rompía las reglas entre ángeles y dioses… ¡Así que eran realmente afortunados de seguir existiendo!
Y no importaba si Trunks era un ángel o un saiyajin, no importaban las preguntas existenciales que pudiera hacerse… aún estaba feliz de que su nueva existencia fuera junto a Gohan, así.
Al llegar al salón y abrir la pesada puerta, había llegado el momento de la reunión de los universos. Y esta vez tendrían que tomar aún más precauciones para ocultar su relación de los dos Zenos… pero conociéndolos, ¿los ofendería o les parecería entretenimiento?
Tal vez ya eran un juego para los reyes de todo.