El cabello de Mai era tan oscuro como el futuro de ella y Trunks en aquella línea de tiempo desconocida… Una a la que habían sido lanzados sin cuidado tras la destrucción de su verdadero hogar a manos del maniático de Zamasu. En una primera instancia, la pareja iba a permanecer en la línea de tiempo pacífica, en la que Goku nunca murió por enfermedad. Obviamente, Mai habría preferido quedarse allí, con personas de otro tiempo pero que, al fin y al cabo, entendían lo que ellos habían pasado.
Sin embargo, Trunks había decidido lo contrario por los dos. Todo ya estaba planeado, dónde se quedarían, sus identidades falsas… Todo ese esfuerzo fue a la basura.
Así se sentía Mai a veces. Como basura. Trunks debía quedarse a proteger aquella realidad aún devastada para honrar los esfuerzos de su maestro Gohan, o algo así. Mai habría dado todo por finalmente estar en paz y dormir en una cama cálida con sábanas entre las que pudiera perderse. Pero, no importaba mucho a comparación de él, ¿verdad? El maestro Gohan, bla, bla, bla.
***
Llegaron a la línea de tiempo gemela a la suya por la noche, por suerte, no habían sido teletransportados tan lejos de su ciudad por los dioses. Solo debían volar algunas horas y estarían de vuelta en Corporación Cápsula… en donde se encontrarían con las otras versiones de sí mismos… La poca comida que tenía en el estómago se le subía por la garganta con solo pensar en eso. Al menos no estaba Goku Black… un estándar que no garantizaba la felicidad en lo absoluto.
Trunks estaba volando mientras llevaba a Mai en sus brazos. Mai se hacía chiquita en ellos, escondiendo la cara, con el ceño fruncido y la boca caída. Trunks, tan emocionalmente inteligente como siempre, abrió la boca varias veces, y recién a la tercera vez le salieron las palabras.
—¿Estás bien, Mai? ¿Qué es lo que te pasa?
Mai desvío la mirada. Pasó un segundo, y luego dos más. Entonces, finalmente respondió.
—¿Qué crees que me pasa? ¿Recuerdas las habitaciones que nos mostraron en la otra Tierra? Eran muy bonitas. Aire acondicionado, estufa, todo. Y ahora, volvemos al mismo lugar de siempre, pero con clones de nosotros y…
Mai se mordió los labios para no decir “y es todo tu culpa”.
—Sé que quieres proteger a la Tierra para honrar a tu maestro… pero… ¿No podría ser la otra? ¿No podrías haber sido egoísta por un momento, por mí? ¡Sabes que nos lo merecemos!
Trunks tomó un respiro. Entendía que Mai quería estar en paz… Pero la misión de Trunks era proteger su mundo, y esa otra Tierra de la que hablaba ya había sido salvada, y precisamente por ello, no le pertenecía. Porque el Gohan de allí era feliz y nunca le había dado aquella misión.
Además, por donde nació, Trunks solo se sentía a salvo en el peligro, en la desesperación. Al no tener dónde vivir realmente, lo único que le quedaba a Trunks era honrar y proteger a algo tan perdido como él… a la Tierra destruida, y a quién en sus ojos la representaba, al Gohan que se desvaneció.
Pero, ¿acaso no se estaba aferrando al pasado?
—Si nos quedáramos en esa Tierra… sería como negar todo lo que Gohan hizo por mí. Como si nunca hubiera existido. No puedo hacer eso, Mai. Sabes que no podría traicionarlo así.
Mai pensó: “Así que me traicionas… a mí.”
—Claro… claro, entiendo.
Se hizo el silencio. Ella se dio cuenta de que ya se estaban acercando a la ciudad. Gris, verde oscuro. Constantemente siendo elevada de las ruinas, elevaciones que se convertían en ruinas otra vez. En el distrito anterior al que habitaban, debajo de ellos, había una sección de escombros de edificios que todavía no habían sido reconstruidos. Estaban atravesados por maleza como una gran cicatriz en el centro. La cabeza de Mai daba vueltas.
Más momentos sin palabras pasaron, uno más pesado que el otro, y se alejaron de esa cicatriz. Al ver una calle en la que se podía caminar tranquilamente, Mai decidió hablar.
—Trunks. Déjame aquí, quiero bajar.
—Pero todavía no…
—Hazlo ya, niño.
Trunks la miró con confusión por esa última palabra y obedeció. Mai prefería estar parada en esa calle vacía, no quería ver a su clon, eso terminaría de hacer que se de cuenta de que esto era una situación real que le estaba pasando. Que sigue en un mundo post apocalíptico porque su valiente novio tiene su frágil corazón en el lugar equivocado.
—¿Qué harás? —preguntó Trunks tras descender, moviendo sus manos nerviosamente.
Mai se acomodó el cabello antes de responderle.
—Me las arreglaré, no te preocupes.
Trunks se quedó quieto por unos momentos, dudando si dejarla allí sola.
—Mai… lo siento. Pensé que esto… yo no quería… pensé que esto era la acción correcta. Quedarnos aquí. En nuestro hogar, ¿verdad?
Algo de lo que Trunks no se daba cuenta era de que esto no era su hogar, más bien era una imitación, como una casa de muñecas.
Mai se cruzó de brazos, desafiante.
—Pues piensa por tí, no por mí. —Trunks la miró en shock y Mai le sonrió levemente, era más como una mueca—. Y no pongas cara de que vas a llorar. Me quedaré aquí un rato y luego iré contigo.
Trunks se rascó el cuello. Miró hacia un lado, con arrepentimiento o culpa. Pero evidentemente, no iba a hablar más directamente de sus sentimientos, prefería ir por la ruta del sacrificio; un defecto heredado de su maestro.
—Está bien… Cuídate, ¿sí? —Le sonrió en un intento de tregua.
—Ajá.
Trunks se acercó y le dio un leve beso, luego tomó vuelo y se fue. Tendría que lidiar con todos los problemas de espacio-tiempo él solo por el momento.
Mai estaba en una especie de distrito comercial, con restaurantes y edificios, naturalmente con poca concurrencia. Metió las manos en los bolsillos de su abrigo y empezó a caminar sin rumbo. Arrastró sus botas negras por el piso, no quería estar ahí, no ahí, no quería estar.
Se acercó a una ventana e intentó ver su reflejo, pero solo vio suciedad y oscuridad en ella. Con su mano con guantes negros de lana, intentó limpiarla, y se encontró con sus propios ojos tristes mirándola. ¿A quién esperaba ver? ¿A la Mai que estaba en segundo lugar para Trunks, a la que era miembro de una pandilla que ya hace siglos no existía? Ella siempre estaba detrás de alguien, y al verse sola, en ese momento, dudaba si se conocía.
Entonces, una luz cegadora, como un corte de cuchillo en el aire, se extendió detrás de ella. Rápidamente, Mai se dio la vuelta… era un portal. Sacó su arma… y del portal deslumbrante salió una pequeña mujer con piel color malva, orejas largas y cabello rosado.
Con las manos temblando al recordar viejos enemigos, Mai le apuntó con el arma a la mujer que imponentemente se aproximaba a ella.
—¿Quién eres, demonio? ¿Qué quieres?
—¡Ey! ¿Qué te pasa? ¿“Demonio”...? ¡Yo soy una Kaio-shin, y no cualquiera!
En ese momento, Mai notó los arcillos en las orejas de la mujer, idénticos a los del Kaio-shin del que Trunks fue aprendiz cuando estaba luchando contra Dabura. La mujer estaba diciendo la verdad.
—¿Kaio-shin…? —murmuró.
La mujer sonrió alegremente, lo que alimentó más la confusión de Mai. De repente, sintió que haberse alejado de Trunks fue un mal movimiento.
—Así es, yo me encargo del tiempo… señorita Mai. Y tú y tu novio deben venir conmigo, por favor.
Mai se puso la mano con la que no sostenía el arma en la cadera, amenazante. No quería ser arrastrada otra vez.
—¡No iré a ninguna parte si no quiero, no de nuevo!
—Oh… —dijo la Kaio-shin, aparentemente con decepción, y haciendo pausas, agregó—: Salí de mi casa solo para venir a buscarlos, y así me reciben. Supongo que, entonces, me iré, y te dejaré aquí, sola, mientras vuelvo a mi maravillosa morada.
El dedo de Mai dudó en el gatillo de su arma. La Kaio-shin la examinó con la mirada, notando ese gesto. Juntó las manos sobre sus piernas casi inocentemente.
No se estaba rindiendo… pero Mai, por lo menos, quería saber que es lo que esta Kaio-shin buscaba.
—Espera. ¿Cómo te llamas? —preguntó con un tono interrogatorio.
—Mi nombre es Chronoa, es un gusto que me conozcas.
—¿A dónde iríamos contigo?
—Al Tribunal del Tiempo, para ser llevados a juicio. Entiendo que viajar a otra línea de tiempo, por lo que sé de ti, no es culpa tuya… pero cambiar tu edad con un deseo de las Esferas del Dragón tan descaradamente es un terrible pecado, uno por el que debes pagar.
¿“Pecado”? Sonaba tanto como Zamasu, ¿acaso todos los de su especie eran iguales? Mai apretó los dientes, no, no dejaría que esa historia se repita.
Además, sabía su verdadera edad… el secreto que guardaba desde hace años. ¿Acaso los problemas nunca se terminarían? Y Trunks... Trunks no podía enterarse así, cuando estén siendo juzgados.
—¡De ninguna manera iré!
Chronoa se puso seria.
—¿Ah no?
—¡Si! No importa cuántos refuerzos hayas traído, probablemente dentro de aquel portal…
Chronoa sonrió.
—¿Refuerzos? —Rió—. Es más que suficiente con que yo esté aquí.
Su aura rosada ardió frente a Mai. Un escalofrío le recorrió la espalda, parecía la de…
Fuego naranja monstruoso, ojos rojos por el humo, ráfagas de ki, muerte, un Saiyajin impostor, una justicia falsa…
No. No, no otra vez.
Mai no podía pensar. Mai intentó correr, con la adrenalina haciendo que olvide todo por un momento, como si se hubiera convertido en un animal asustado.
Apuntó y disparó sin mirar, luego un paso resbaloso, dos, pero Chronoa fue más rápida, y una electricidad como la de un televisor a punto de explotar recorrió la columna de Mai. Por un instante, sus ojos se encontraron, los abiertos y aterrados de Mai con los suaves de Chronoa. Su cuerpo cayó en un charco en el suelo, haciendo un sonido de plap al impactar el agua.
Chronoa la había noqueado con un simple golpe en la nuca. Alguien hacía lo que quería con ella una vez más.
Luego, la levantó del pavimento mojado por la lluvia y la sostuvo en sus brazos. Se dirigió al portal, la luz blanquirroja de éste despertó momentáneamente a Mai.
—No… —murmuró Mai, con un solo ojo abierto.
Movió la cabeza y vio a la Kaio-shin.
—Estarás bien —le dijo, y Mai volvió a perder la consciencia.
Continuará…