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Crecen las flores

El pasado, esa guía, esa cadena. Existía solamente en la mente de cada uno, distorsionado de maneras imperceptibles. Agrandado o tachado por los sentimientos mentirosos. Se suponía que era algo que las personas no deberían volver a experimentar. Por eso mismo se trataba del pasado.

Pero tras viajar en la máquina del tiempo, para el joven Trunks, el pasado se convirtió un lugar accesible. No lo sabía, pero ir al pasado era un límite que no debía romper. Porque una vez allí... Era difícil salir.

¿Por qué Trunks se quedaría en su realidad, un mundo tan devastado y muerto? Pues, porque luchó por su existencia, ¿No? Pero, el atractivo de aquel pasado que logró salvar al advertir a sus habitantes del peligro de los Androides era más grande que cualquiera de sus convicciones. 

Allí conoció a su padre Vegeta, en carne y hueso, no en una foto descolorida.

A Son Goku, el gran héroe de la Tierra.

Allí se reencontró con su maestro Gohan, un Gohan sin el peso de una humanidad que se estaba desvaneciendo en sus hombros, un Gohan con la posibilidad de soñar sobre ser un entomologo y crecer y comer y vivir. 

Un Gohan que no era un maestro, ni un héroe, sino que era más como Trunks. 

 

—¿Te vas de nuevo, hijo? —preguntó la Bulma del futuro a Trunks, que estaba guardando cosas en su mochila azul, la cuál estaba apoyada sobre la mesada blanca del laboratorio de Bulma.

Bulma lo había intuido ya, al ver que Trunks entró al laboratorio a llevarse unas provisiones.

—Sí. —Había una sonrisa emocionada en su rostro—. ¿Te gustaría venir?

—No, gracias. —Bulma bajó la mirada hacia los planos que tenía sobre la gran mesa frente a la que estaba sentada—. Tengo que terminar este generador de comida. Con todos los sobrevivientes que encontramos en la última expedición, necesitamos encontrar la forma de alimentar a todos. Las pobres personas todavía estaban bajo los escombros de lo que destruyeron los Androides antes de que los derrotes.

—Ah. Puedo traer provisiones del pasado con las cápsulas de la otra tú, como la última vez. 

—Eso sería genial, hijo. 

Trunks sonrió a Bulma, cerró la mochila, y luego se la puso en el hombro. 

—Hijo…

—¿Sí, mamá?

—¿No te vas a quedar en el pasado, o sí? Este mundo necesita alguien que lo defienda —dijo más seriamente—. Debes saber que tu último viaje al pasado duró dos meses en esta realidad.

La sonrisa se borró del rostro de Trunks. Desvió la mirada hacia la ventana, sintiéndose culpable, en la ventana se veía el cielo grisáceo.

—Claro que no. Pero había hecho unos planes con Gohan… Vamos a pasar el rato y luego volveré. —Volvió a mirar a su madre—. Es verdad que quisiera poder quedarme en ese mundo. Pero no olvido que eso es algo inaceptable. 

—¿Realmente no lo olvidas? —dijo con suavidad.

Trunks se quedó en silencio por unos segundos. Nerviosamente, pasó la mano por la correa de su mochila y luego respondió.

—Solamente quiero ver a Gohan —dijo—. Por un día, y luego volveré. 

—De acuerdo. —Bulma se levantó y le dio un abrazo—. Cuídate, y manda saludos de mí parte.

—Claro. Te quiero. Nos veremos luego.

Trunks la abrazó por unos segundos, y después, abrió la puerta para irse. Saludó a Bulma con la mano y luego salió por ella.

Mientras trabajaba en los planos, Bulma escuchó el sonido de la máquina del tiempo despegando con fuerza. Movió las hojas de los árboles, cuyas hojas salieron volando por todas partes.

 

Los meses pasaron. Bulma llevaba un ramo de flores en las manos. Se arrodilló sobre el pasto, y lo colocó bajo la cruz de madera frente a ella. La tumba del Gohan que conoció.

—Creo que Trunks te amaba —dijo Bulma—. Te amaba demasiado. Y por eso… no sé cuándo va a volver.

Levantó la cabeza para ver el cielo. Oscuro en todo momento, menos cuando parpadeaba el color blanco en las nubes por rayos lejanos. 

—Al menos ahora crecen las flores.